El lado oscuro de la dinastía Tang

,Muchos de los aficionados a la historia de China han pasado con horror por algunas escenas que, para la mentalidad del siglo XXI nos parecen especialmente cruentas, como son las descripciones de las últimas victorias del emperador Qin Shihuangti acabadas con el asesinato de miles de prisioneros capturados, los combates durante la rebelión de An Lushan en la dinastía Tang o las victorias que jalonaron el dominio del mundo de Gengish Khan, durante las que las ciudades que se resistían a su conquista eran sistemáticamente arrasadas y sus habitantes masacrados, hombres, mujeres y niños.

Un brillante artículo de Shao-yun Yang. (Letting the Troops Loose: Pillage, Massacres, and Enslavement in Early Tang Warfare. Journal of Chinese Military History 6 (2017) 1-52) puede ayudar a colocar estas masacres en un contexto histórico (posiblemente común también a Occidente) en el que durante las guerras, y muchas veces fuera de ellas, para los combatientes las vidas de la población civil no valían absolutamente nada. En énfasis entonces en la descripción de determinadas masacres podría estar relacionado más con los intentos de demonizar unos personajes históricos determinados, como ya se sabe que los intelectuales confucianos hicieron con Qin Shihuangdi, que en la excepcionalidad (en este caso negativa) de los hechos narrados.

Shao-yun Yang muestra que “Los generales de la dinastía Tang frecuentemente recompensaban a sus oficiales y soldados (y a ellos mismos) por una victoria con la libertad de apoderarse de las esposas, hijos y propiedades de los derrotados con impunidad, y de matar a cualquiera que se resistiera. Los intentos de censura o enjuiciamiento de los generales responsables eran raros y normalmente se ignoraban, porque se consideraba que la moral militar era una prioridad más importante que la disciplina o la humanidad. Los generales de la dinastía Tang también estaban autorizados a masacrar a los soldados enemigos rendidos y a los civiles conquistados con diversos fines estratégicos.” (p. 1).

El autor muestra numerosos sucesos históricos en los que el matar a todos los soldados enemigos o a todas las personas que residían en una ciudad situada, es planteada por los mandos militares, y en general si se acaba matando o no a todos los vencidos no es por ningún sentimiento de humanidad sino por consideraciones estratégicas. Como que el masacrar a todos los habitantes de una ciudad o a todos los soldados de un ejército hará más difícil que se rindan otras ciudades u otros ejércitos. Destacan algunos aspectos especialmente interesantes, que muestran que este comportamiento es la norma, y que el ”salvajismo” de An Lushan y los generales que pusieron fin a la dinastía Tang es parte de una continuidad histórica.

Tampoco pretende el autor circunscribir estos hechos a la dinastía Tang, pues señala “El pillaje rutinario, las masacres y la esclavitud eran parte de la guerra china durante el siglo V, de tal manera que una ciudad capturada sólo podía esperar escapar de una o más de estas tragedias cuando su conquistador sintiera la necesidad estratégica de animar a más ciudades a rendirse.” (p. 10). Y ya sabemos que en el interregno entre el fin de la dinastía Tang y el establecimiento de la dinastía Song, las llamadas Cinco Dinastías y los Diez Reinos basaron la conquista de sus breves periodos de poder en la aplicación de una violencia aterradora sobre sus oponentes y las poblaciones que gobernaban.

Aunque el señor Yang pone énfasis en que la cuestión racial no era importante en estas masacres, una de las campañas más crueles que describe es la llevaba a cabo en la frontera sur del imperio por Yang Sixu, cuyo epitafio, desenterrado en 1958, afirma con orgullo que durante su carrera militar decapitó a doscientos mil rebeldes y construyó ochenta y un montículos de cadáveres en total.: “En el año 722, otra rebelión estalló en el norte de Vietnam gobernado por los Tang (Annan), y Xuanzong asignó al general eunuco Yang Sixu (654-740) para sofocarla. Con más de diez mil tropas aborígenes reclutadas en Guangxi, Yang marchó sobre los rebeldes usando una ruta poco utilizada y los tomó por sorpresa. Los rebeldes se rindieron presa del pánico, por lo que Yang los masacró a todos e hizo un «montículo como espectáculo» apilando sus cuerpos, presumiblemente para acentuar el alcance de la matanza y así sembrar el terror en los corazones de la población local. Posteriormente, Yang Sixu … se convirtió en el general preferido del emperador Xuanzong para aplastar las rebeliones de los nativos del sur, a pesar de su avanzada edad. Las biografías oficiales de Yang indican que en el espacio de cuatro años (724-728), este septuagenario presidió la masacre de al menos 110.000 rebeldes más en Hunan, Guangxi y Guangdong, y que al menos una de estas masacres fue seguida por la acumulación de más de veinte mil cadáveres en uno o más montículos.” (p. 32).

Y como sabiamente nos avisa el autor, a pesar de que la fama de los primeros tiempos de la dinastía Tang enfatiza su carácter cosmopolita, fama en la que le han seguido numerosos imperios durante los siglos siguientes (y también la precedieron unos cuantos), “No debemos olvidar, sin embargo, que todo imperio se construye a través de la conquista militar y se sostiene en gran parte a través de la cooptación de las elites regionales, eliminando a los que no son cooptados, y coaccionando a todos los demás para que le acaten. Por lo tanto, el carácter «cosmopolita» de un imperio siempre tiene un lado oscuro de opresión y violencia que suele ser más visible en sus fronteras inestables, ambiguas y fuertemente militarizadas, que en su centro político y cultural.” (p. 40).

Creo que esta frase es la clave de el estudio del Sr Yang, y la que le otorga un valor especial. Es la que convierte la exposición de una serie de hechos históricos poco conocidos en una propuesta universal de valoración de los “imperios cosmopolitas” no solo por las brillantes muestras del ingenio humano que surgieron en su seno sino por las grandes dosis de sufrimiento que causaron en esas fronteras inestables y ambiguas.

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