El Gran Canal de China
El Gran Canal fue construido por vez primera durante la dinastía Sui (581-618). Su diseño original semejaba una ye “Y” cuya pata señalará al oeste, pues comunicaba por una parte las ricas tierras del delta del río Yangtzé con la capital Luoyang, y por otra la capital con la región de Beijing, entonces parte de la frontera donde se libraba una guerra contra los coreanos. Su forma definitiva la tomó no obstante seis siglos después, cuando durante la dinastía Yuan (1279-1368) se creó un canal que comunicaba Hangzhou con la capital Beijing. Un canal que aprovechaba los tributarios de los cinco ríos más importantes de China, de sur a norte: el Qiantang, Yangtzé, Huai, Amarillo y Hai, así como los importantes sistemas lacustres situados entre ellos.
Antes de esa fecha ya se habían construido en China varios canales que promovieron el desarrollo económico en unas regiones, y la comunicación y el comercio en otras. Entre ellos, los que comunicaban las vías de agua al sur de Suzhou y el que comunicaba la cuenca del Yangtzé con la del río Huai, el ya mencionado canal Hanguo, se pueden considerar los primeros tramos del Gran Canal. Y aunque tras la unificación de China en el año 221 a.n.e. se construyeron algunos canales, lo cierto es que la dinastía Qin y la Han fueron más bien constructoras de murallas, tal vez por la amenaza que se percibía en los reyes de los Xiongnu, o porque el sur de China aún no había alcanzado un desarrollo económico que compensara el gasto de su construcción. Tras la caída de la dinastía Han en el año 220 China vivió en una fragmentación política durante más de tres siglos que limitó la conclusión de grandes obras. En esos años muchas familias del norte huyeron de las continuas guerras, emigrando al sur del país, promoviendo allí, con su más elevada tecnología, un continuo desarrollo económico y comercial. Esto nos ayuda a entender que tras la reunificación de China con la dinastía Sui el país estaba maduro para la construcción del Gran Canal.
La tarea propiamente dicha la llevó a cabo el emperador Yang, que a partir del año 605 utilizó un millón de obreros para construir un canal que le permitiera transportar los impuestos y tributos de las ricas regiones arroceras del Delta del Yangtzé hasta su capital. Este canal tenía entre 60 y 70 metros de anchura, con calles bien arboladas a sus lados y una red de posadas para el descanso de los viajeros y los funcionarios y trabajadores del canal. A través de él cada año llegaban miles de toneladas de grano a la capital. El sistema fue conservado por la dinastía Tang (618-907) y la Song (960-1127), que mantuvieron su esplendor gracias a un sistema que les permitía recibir los impuestos de esas regiones ricas y lejanas.
Para ser una vía de navegación efectiva el canal debía mantener unas condiciones de profundidad y anchura medianamente uniformes. Para lograrlo hubo que construir diques y presas que proporcionaran estabilidad a las aguas, canales de diversión y de alimentación, que suministraran agua cuando fuera necesario o la soltaran cuando no. Conductos, alcantarillas, y otros sistemas de retención o expulsión, que ayudaran a controlar los flujos de agua, etc. Y dado que las condiciones del Gran Canal varían de unas regiones a otras, las soluciones para mantener su operatividad no pudieron generalizarse, forzando un gran desarrollo de la tecnología hidráulica, construyéndose presas, diques, desagües y obras accesorias, adaptadas a los distintos tipos de problemas que dificultaban la navegación.
Con el traslado de la capital a Beijing durante la dinastía Yuan, el canal se extendió a esta ciudad tomando su forma definitiva. Los principales artículos transportados sobre sus aguas eran grano, telas, bambú, maderas y minerales. Durante la dinastía Ming (1368-1644) la circulación de productos a lo largo del canal alcanzó una intensidad asombrosa. Aunque oficialmente la cuota de grano era de 4 millones de dan (un dan son 50 kg) anuales para todo el país, los gastos de transporte y las pérdidas la elevaban al doble. Para llevar esta enorme cantidad de grano a Beijing se empleaban más de 10.000 barcos, en los que trabajaban más de 120.000 personas. Cada barco cargaba unos 500 dan de grano. Ropas, porcelanas, frutas y otros productos locales también eran transportados a la corte cada año, así como bambú, madera y minerales, especialmente cobre para hacer monedas. Todos estos artículos, algunos procedentes de remotas provincias como Yunnan, se iban trasladando hasta el río Yangtzé, y ahí eran enviados río abajo hasta la confluencia con el Gran Canal, suponiendo cada año otros varios miles de barcos. Esto nos muestra que esa densidad humana que contemplamos en los grabados del canal no responde a la imaginación del artista, sino que es un fiel reflejo de la intensidad del tráfico que circulaba continuamente a lo largo de sus aguas.
No es de extrañar que Marco Polo se quedara asombrado del tráfico que circulaba por el canal, y de la riqueza que se concentraba en sus puertos principales, pues los muelles estaban llenos de tiendas y almacenes, posadas, restaurantes y lugares de entretenimiento para atender a los numerosos comerciantes que llegaban de otras ciudades. El canal llevó una prosperidad incalculable a las ciudades que se encontraban a su paso.
En tráfico de personas a lo largo del canal también era muy intenso, no sólo de soldados enviados a cualquier punta del imperio en caso de emergencia. Los candidatos al examen imperial llegaban por miles a lo largo del Gran Canal, por el mismo volvían, algunos derrotados, y otros con destino a los nuevos puestos donde habían sido designados por la administración imperial. Con ellos se extendían por todo el país las modas literarias y poéticas, los gustos considerados elegantes en la capital, nuevas ideas filosóficas y literarias, así como un acervo de información popular relativa a los mil asuntos de la vida cotidiana que de una forma difusa iba tejiendo ese entramado cultural que caracterizará a China.
Dada la importancia de esta gran vía de agua, la administración imperial ejercía un estrecho control sobre el Gran Canal, habiéndose asignado funcionarios para diversas tareas, y regulado el tiempo estimado de los viajes, el tamaño de los barcos y el control de cada tramo. Para hacer efectivo el cumplimiento de esas medidas había guarniciones de soldados acantonadas en los lugares más importantes, y miles de personas eran enviadas cada año a llevar a cabo los trabajos necesarios para el mantenimiento del canal, y para la navegación, pues no sólo se han registrado las tareas de limpieza y dragado de canales, reparación de diques, estabilización de los cursos de agua plantando árboles, sino que también había trabajadores encargados de tirar de los barcos en los lugares de rápidos o difícil navegación, otros de mantener los puentes, e incluso de romper el hielo que a veces hacía imposible el paso de los barcos. Las necesidades básicas de esta multitud de trabajadores eran proporcionadas en estaciones construidas cada kilómetro a lo largo del curso de agua.
Durante siglos el canal fue la gran arteria de China, la gran línea distribuidora siempre en movimiento. Pues no se puede olvidar que no solo comunicaba las ciudades situadas a su orilla, sino que aprovechando la vasta red de ríos navegables del interior del país, especialmente los más caudalosos de la cuenca del Yangtzé, ha permitido que hasta los materiales de las más remotas provincias pudieran llegar por agua a la capital. De esta forma, las maderas de los bosques de las cercanías de Kunming, en los que paso con mis hijas algunos fines de semana, se usaron en siglos pasados para la construcción de los mejores palacios de China.
En algunas épocas llegó a estar tan saturado que su actividad se complementaba con el transporte marítimo. Luego, a lo largo del siglo XIX fue perdiendo importancia por la corrupción de la dinastía Qing que impedía el mantenimiento adecuado, la irrupción de la rebelión de los Taiping, el cambio de curso del Rio Amarillo, que lo llenó de lodo e hizo imposible su navegación, y la competencia del transporte marítimo. De esta forma en 1902 se despidió a la ya entonces esquelética administración del canal poniéndose punto final a una historia milenaria.
Este es el tercer capítulo de mi libro «El Gran Canal y la China del Agua», disponible gratis para LEER AQUI:
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