Dos cuentos de Liu Ba, el pícaro de los Bai

Los Bai son una de las minorías que más largo contacto ha tenido con los chinos. Es también una de las que ha recibido más influencias culturales. Esto ha sido debido a la accesibilidad de las tierras que habitan y a su condición de agricultores. Los Bai son casi dos millones de personas, que viven fundamentalmente en la provincia de Yunnan, concentrados en las fértiles llanuras que rodean la ciudad de Dali, a la orilla del lago Erhai. En los libros antiguos se les llamaba Minjia. Los Bai hablan un lenguaje de la familia tibeto birmana rama yi. En su lenguaje se han incorporado numerosas palabras chinas debido al largo contacto entre ambos pueblos. La mayoría de los Bai, de hecho, son bilingües.

Tienen una cultura muy avanzada, una vida económica que gira en torno al cultivo del arroz y una religión que enfatiza el culto a la diosa budista Guanyin, y a los héroes fundadores de cada aldea, conocidos como los Benzhu (Señores de la Localidad), que son venerados únicamente en la aldea correspondiente.

Su personaje ingenioso más conocido es Liu Ba, que siempre ayuda al pueblo burlándose de los poderosos, en los cuentos la figura un poco anónima del gobernador (tuguan).

Los gusanos estropearon la plata

Hubo una ocasión en que uno trabajadores del gobernador se puso enfermo.  Liu Ba fue a visitarle y al ver que no era una dolencia pasajera pensó en comprarle medicinas. El único problema era que no tenía dinero. Así que fue a pedirle prestado al gobernador, pero éste se negó a ayudarle. En vista de que por esa vía no podría conseguir nada, Liu Ba empezó a pensar la forma de encontrar un remedio.

Cuando ya tuvo su plan preparado se acercó a la casa del gobernador y esperó a que éste saliera, como todos los días después de tomar el desayuno. Cuando se hubo alejado un poco, Liu Ba entró a la casa muy excitado y dijo a la esposa del gobernador:

– Ama. Los vecinos de la casa de al lado han sacado a airear su plata[1].

La señora se quedó un poco sorprendida, pues tenía por costumbre airear las ropas e incluso algunos muebles, pero nunca había escuchado que hiciera falta airear la plata. Pero, temiendo que a la vuelta su marido pudiera enfadarse, le respondió:

– Si los vecinos la están aireando, nosotros también lo haremos.

Entonces se dirigió al almacén y sacó tres cajas de plata, las pesó con cuidado y se las entregó a Liu Ba para que las llevara al patio a orearlas.

Liu Ba colocó la plata en el patio y se quedó vigilando que nadie la robara. Era un pretexto adecuado, pues fue aprovechando cada ocasión en que se encontraba solo para ir escondiendo entre sus ropas algunos trocitos de plata. Así se pasó todo el día, acabando al final del mismo con suficiente plata para llevar a cabo sus propósitos.

Cuando el sol se ponía por el oeste y la noche se acercaba, Liu Ba entregó la plata de nuevo a la mujer del gobernador, asegurándole que ya se había oreado suficiente. Ésta la pesó de nuevo descubriendo para su sorpresa que en vez de tres cajas sólo había dos y media. Entonces se dirigió enfadada a Liu Ba.

– Liu Ba, aquí falta media caja de plata. ¿Qué has hecho con ella?

Éste le respondió tranquilo:

– Señora, yo no he hecho nada con la plata, pero almacenada como estaba en un sitio húmedo, la plata ha criado gusanos. Hemos tenido suerte de sacarla hoy mismo a orear, y que sólo se haya estropeado media caja. Si llegamos a dejar pasar unos días más seguro que habría aún menos.

Cuando acabó de hablar sacó de la caja un lingote de plata y señalando unos agujeros en su superficie le insistió a la buena mujer:

– ¡Mire! ¡Mire si no me cree! Estos son los agujeros que han roído los gusanos.

Al ver que sobre la superficie de los lingotes efectivamente había unos agujeros, la mujer del gobernador tomó sus palabras como ciertas, y se resignó a aceptar la pérdida de la media caja de plata que faltaba.

En cuanto hubo abandonado la casa del gobernador, Liu Ba tomó la plata que había ido escondiendo durante el día y se fue a comprar medicinas para el trabajador enfermo. Con lo que le sobró aún tuvo para comprar un poco de ropa para los otros trabajadores, e incluso unos pollos, patos y corderos, con los que esa misma noche celebraron una buena fiesta.

El gobernador es engañado

Como el gobernador era frecuentemente burlado por Liu Ba, no se sentía muy contento, y siempre estaba buscando la forma de dar una lección a ese pícaro servidor.

Hubo un año que al llegar el duodécimo día del octavo mes lunar se iba a celebrar el cuadragésimo sexto aniversario del gobernador. Éste se sentía especialmente contento, pues para la tarde había preparado una gran fiesta a la que estaban invitadas todas las personas importantes de las cercanías. Celebrando su alegría desde la primera hora de la mañana, después de desayunar el gobernador bebió unas copitas de licor. Cuando los efectos del alcohol empezaron a notarse el gobernador estuvo diciéndose a sí mismo:

“Tu, Liu Ba, no dejas de ser un siervo. Yo soy el gran señor de este palacio. Sobre tu cuerpo, Liu Ba no llevas ni una prenda un poco decente, mientras que las sedas y brocados llenan mis baúles. Mis tesoros consisten en cajas llenas de oro y plata. En todo soy más fuerte y poderoso que tu. ¿Cómo es que siendo un miserable siervo aún te atreves a burlarse de mí? Nunca más podrás hacerlo. No, seguro que nunca más podrás burlarte de mí, pues yo soy, de hecho, la encarnación de una importante estrella caída del cielo. Hoy cumplo cuarenta y seis años, el padre cielo siempre me ha ayudado. Te voy a demostrar quién manda aquí. Te voy a dar una buena lección. Hoy voy a castigar todas tus travesuras del pasado. Entonces ya sabrás quien es el jefe en esta casa.”

Según iba pensando se iba sintiendo más furioso con Liu Ba. Por lo que dejó sus pensamientos y ordenó a uno de sus criados que le hiciera venir. Liu Ba, que estaba trabajando en el campo, cuando tuvo noticia de su urgente requerimiento, empezó a pensar por qué diablos le había llamado al amo. Volvió a casa con una lentitud provocativa, sabiendo que su tardanza contribuiría a enfadarle.

Cuando por fin se presentó ante él, el gobernador empezó a hablar enfadado:

“Liu Ba. Siempre estás burlándote de la gente y eso no está bien. En esta casa eres sólo un pobre siervo, y ya que crees que eres capaz de burlarte de todo el mundo hoy vamos a probar si puedes burlarte de mí. Si eres capaz no me enfadaré ni te castigaré, si no lo eres te obligaré a dejar esos aires de listillo para siempre.”

Liu Ba hizo como si las palabras del gobernador le afectaran profundamente, permaneciendo durante un rato callado ante él. Luego le contestó con tono humilde:

“Señor, hoy es su aniversario. El cielo le estará cuidando de forma especial. Aunque en el cielo aparecieran tres soles yo de ninguna forma podría vencerle, y además ¿de dónde voy a sacar tiempo para burlarme de usted? Ahora mismo está toda la gente de la casa sacando pescados del Estanque de las Aguas Tranquilas, y aún quiero llegar a tiempo de coger algunos peces para cenar.”

Al acabar de hablar Liu Ba se disculpó y abandonó su presencia. El gobernador, cuya avaricia era de sobra conocida por todos los que le trataban, empezó a sentirse nervioso pensando que todos sus siervos estaban pescando los mejores peces del Estanque de las Aguas Tranquilas, y a él no le quedaría nada, así que enseguida ordenó a un servidor que le preparara un caballo, y llevando un gran cubo para guardar los peces se dirigió al Estanque de las Aguas Tranquilas.

Cuando llegó al estanque sólo vio sus aguas tranquilas, pues en la orilla no había absolutamente nadie, así que suspirando se volvió a casa. Una vez allí llamó a Liu Ba, maldiciéndole en voz alta:

“En el Estanque de las Aguas Tranquilas no había absolutamente nadie. ¿Por qué dijiste que había gente sacando pescado?”

Liu Ba parpadeó asombrado y le respondió con calma:

“Señor. ¿No fue usted mismo el que me dijo que probara a ver su podía burlarme de usted?”

En ese momento el gobernador se dio cuenta que había sido engañado por Liu Ba una vez más. Esa estrella descendida del cielo aún no se podía comparar con un simple siervo.

Estos dos cuentos fueron publicados originalmente en “Pícaros y listos en las minorías de China” de Pedro Ceinos Arcones. 2004. El libro se puede comprar AQUÍ

NOTAS

[1] Se refiere sobre todo a las monedas o lingotes de plata.

 

Para citar este artículo: Ceinos Arcones, Pedro, «La historia de los Sani del Bosque de Piedra,» in Chinaviva, 4 enero 2021, http://chinaviva.com/la-historia-de-los-sani-del-bosque-de-piedra/.

 

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