La ceremonia de paso a la edad adulta de los Bulang también se llama «Pintarse los Dientes», pues esta actividad es el elemento más destacado de la misma. Una vez que tienen los dientes pintados se considera que ingresan en el grupo de personas de edad adulta, empiezan a hacer vida como adultos y a participar en las actividades sociales de la comunidad.
Las ceremonias, como en otras muchas culturas, son diferentes para los chicos que para las chicas, y de hecho, el paso de las mismas les identifica claramente con los roles propios de su sexo en la sociedad tradicional. Hoy en día muchos Bulang han roto esos estereotipos e, integrados en las sociedades de Yunnan o Tailandia, donde muchos emigran, se comportan siguiendo unos patrones que podríamos considerar modernos. Pero seguimos describiendo su desarrollo tradicional.
Generalmente, cuando un niño llega a los 9 años, sus padres lo envían al Templo de la aldea, donde estudia como un (pequeño monje) por un período de tiempo. Después de cinco o seis años, ahora suele ser menos, uno o dos años, o solo unos meses, el joven vuelve a su vida normal. Cuando llega a los catorce o quince años, sus padres le preparaban una bolsa, un cuchillo largo y una manta. Las familias con recursos también le regalan una caja de plata o de cobre, llena de tabaco triturado, hojas de betel y sirope de lima para mezclar con nueces de betel. La vestimenta del niño cambia, pasando a ir vestido como un adulto, generalmente con ropa nueva, y se deja crecer el pelo en la parte superior de la cabeza.
Cuando la niña llega a los catorce o quince años, su padre le da un pequeño taburete de bambú, una pequeña canasta de bambú, una rueca, un vestido nuevo y un trozo de olla de hierro para teñirse los dientes. Esto significa que pronto entrará en la edad adulta y por consiguiente se celebrará la ceremonia de mayoría de edad.
El contenido principal de la ceremonia de la mayoría de edad entre los Bulang ya hemos dicho que es «pintarse los dientes». Para llevar a cabo ese ritual, todos los niños y niñas alrededor de los 15 años se reúnen en una casa de bambú y quemando las ramas de un árbol llamado en su idioma «Kaoagai» producen unas cenizas negras con las que se irán pintando unos a otros hasta conseguir lo que llaman «dientes lacados». El chico pinta a la chica y la chica le pinta a él hasta completar el proceso llamado de «teñido de los dientes». Después de esta actividad de teñir los dientes, se les considera adultos. Entonces, pueden participar públicamente en las actividades sociales de la aldea y obtener el derecho a enamorarse y casarse.
Hay otra forma de pintar los dientes, es decir, mascar tabaco. Mediante la misma se envuelve una nuez de betel con una hoja de tabaco, y se le añaden otras hierbas. Se mete en la boca y se mastica lentamente, cada vez hay que masticar durante más de 20 minutos. Se produce una saliva de humo de color rojo púrpura y los dientes se van tiñendo de negro con el paso del
Según una leyenda la costumbre de “teñirse los dientes” se originó hace muchos años. Había entonces una chica que contrajo una enfermedad dental, fue a buscar tratamiento pero ninguno de los remedios habituales consiguió aliviar su dolor. Un día, llegó a su casa un médico itinerante y en cuento vio la situación, sacó la cacerola de su cintura y usó un pequeño palo de madera para rascar aceite de humo de la cacerola y aplicarlo en los dientes de la niña. La niña cayó en un sueño profundo, y cuando despertó, descubrió que el médico se había ido, pero ya no le dolían los dientes. Desde entonces, el uso de ceniza y humo para pintar los dientes se ha convertido en una costumbre del pueblo Bulang.
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