Monjes budistas en la China Medieval
Ese es el tema del libro de John Kieschnick. El libro analiza el contenido de las tres colecciones de biografías de monjes que se hicieron famosas en la China medieval, a través de ellas intenta darnos primero una caracterización de los distintivos externos que permitían identificar a un monje durante la China clásica. Y en ello aparte de su vida en comunidad aislada del resto de la sociedad destaca su abstinencia de sexo, de carne y de vino, así como el llevar un vestido diferente. Cada una de estas circunstancias es analizada en cierto detalle, mostrando que en cierta forma nos encontramos con una idealización, es decir se supone que los monjes no deberían de comer carne ni beber vino pero parece ser que no ha sido tan raro encontrar a monjes que violaban esas normas con un pretexto o con otro, por ejemplo carne para fortalecerse o vino como medicina.
Otro aspecto un poco más interesante es su discusión sobre el celibato de los monjes pues este es un tema muy controvertido en China. Ha sido muy normal que los enemigos del budismo acusaran a los monjes y las monjas budistas de llevar vidas depravadas y de mantener relaciones sexuales entre ellos. El énfasis que se pone en las biografías por supuesto es el de seguir la norma y la abstinencia total del sexo, pero también aparecen de forma tal vez un poco legendaria situaciones como la del famoso monje Kumarajiva que fue obligado a mantenerlas, tanto en su lugar de origen, donde se le emborracha para forzarle, como en China, donde el emperador decía que un intelecto como suyo no podía dejar de legarse a una descendencia.
El monje asceta
Tras esta identificación digamos un poco general de los monjes el libro se dedica a presentarnos los tres tipos más carismáticos, y añadiendo una especie de apéndice para mostrar las características de los monjes de la escuela zen. El primero de estos modelos es el del monje como un asceta, y aquí la verdad es que nos trae tantos ejemplos de ascetismo extremo, que van desde la vida dedicada al ayuno y la oración, hasta seguir las leyes más rigurosas que recomendaban no dormir bajo techo o ni siquiera tumbarse, como algunos monjes hacen durante años, a los aspectos más sangrientos, como la auto mutilación, especialmente el quemarse o cortarse los dedos e incluso los suicidios rituales. En esta sección el autor aporta numerosos datos interesantes para todos los estudiosos de la historia del budismo y la de China.
El monje taumaturgo
El segundo es el monje como taumaturgo, es decir como mago, cómo creador de portentos y allí la actividad está relacionada fundamentalmente con la adivinación y los encantos o maldiciones. Como el autor se ocupa de recordarnos continuamente estas actividades estuvieron prohibidas en China durante la mayor parte de la época dinástica, pero la prohibición a veces afectaba más al objetivo de esa adivinación que al propio hecho como tal y muchos monjes alcanzaron fama en medios imperiales tras realizar curaciones milagrosas, acabar con la sequía, predecir algunos cambios determinados o mostrar sus habilidades con la adivinación.
El monje como intelectual
El tercero de los modelos caracterizados es el monje como intelectual y aquí nos encontramos con una paradoja, pues muchas veces el intelectual no está poniendo su sabiduría al servicio del Buda, sino que intenta infligir una derrota sobre aquellos, generalmente también budistas, que se les enfrentan dialécticamente. Hay una generación importantísima de intelectuales budistas, que han sido en realidad un porcentaje grande de los intelectuales y filósofos de la China medieval.
En contraste con estas tres características de los monjes que podríamos considerar en cierta forma heroicas, aunque el autor en ninguna momento las caracteriza de esta forma, tenemos el cuarto tipo discutido en este libro, que es el de los budistas zen.
Con ellos se ve una oposición a todas estas buenas cualidades destacadas anteriormente en las biografías, ahora lo que importa no es tanto el estudio, y algunos maestros zen son famosos para haber quemado libros o haberlos desdeñado sino mantener el corazón limpio a la espera de una iluminación, ya no importa tampoco el ascetismo sino el ser capaz de llevar esa vida sencilla que permitirá en un momento determinado ser el objeto de esa iluminación.
Este libro es en definitiva una obra muy interesante, que presenta al lector aspectos y poco conocidos de la actividad de los monjes en China. Hay que recordar como hace el autor en numerosas ocasiones, que estos tratados, estas biografías oficiales eran normativas, y que por supuesto la mayoría de los monjes que vivían fuera de los grandes núcleos budistas, de las montañas sagradas y de la capital y otras grandes ciudades posiblemente experimentaran y vivieran la religión de una forma completamente distinta. Pero sobre ellos no nos han llegado tantas noticias. El libro arroja luz sobre muchos temas interesantes en la historia del budismo en China.
Copiamos aquí un breve párrafo del libro.
«En las Biografías Song leemos, por ejemplo, que el monje tántrico Vajrabodhi (Ch. Jin’gang- zhi) fue llamado a la corte del emperador Xuanzong para hacer llover después de que todos los esfuerzos de los especialistas en rituales de la corte para hacer llover mediante ofrendas a las cinco montañas sagradas y a los cuatro ríos sagrados hubieran fracasado. En un elaborado ritual, Vajrabodhi hizo ofrendas a la deidad Amoghankusa y construyó una plataforma, pintando al mismo tiempo una imagen del Bodhisattva de los Siete Kotis. Más tarde, en una fecha determinada, el monje terminó la imagen pintándole los ojos, un ritual conocido como «abrir la visión» (kaiguang). En ese momento, se levantó un viento en el noroeste. Las tejas volaron de los tejados y los árboles fueron arrancados. Unas nubes estruendosas estallaron con lluvia, sobresaltando a los que estaban cerca y a los que estaban lejos. Y en el lugar del altar, un agujero atravesó la habitación, de modo que el santuario quedó inundado. Cuando amaneció el día siguiente, los caballeros y plebeyos de la capital dijeron: «Vajrabodhi capturó un dragón, que salió de la habitación y voló». Cientos de miles de personas acudían diariamente a contemplar el lugar. Tal es la divina eficacia del «ritual de la plataforma».
Kieschnick, John. The eminent monk. Buddhist Ideals in Medieval Chinese Hagiography. University of Hawaii Press. Honolulu. 1997.
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