En cualquier país que no fuera China, el descubrimiento en los últimos años del siglo veinte, de un pueblo indígena, formado por apenas 500 personas, diferente de cuantos pueblos le rodean, y que practica una religión única, con una serie de ritos y cultos totalmente particulares, habría despertado un revuelo científico sin precedentes. Equipos de antropólogos, historiadores, lingüistas, y especialistas en las religiones, habrían volado a sus tierras, examinando hasta los menores detalles de su vida, ritos, cultos y creencias. En China, sin embargo no. Tal vez sea porque China sigue siendo el país de las maravillas, y cualquier prodigio puede surgir en estas tierras, sin suscitar la atención de nadie, y mucho menos de los chinos.
Si lo que en otros países hubiera dado lugar a ríos de tinta, aquí apenas merece un artículo, posiblemente es debido a que la política oficial de no reconocer nuevos pueblos indígenas, sino ocultar en lo posible su existencia, para no tener que modificar el esquema étnico oficial, esperando tal vez a que estos pequeños pueblos indígenas se vayan fundiendo paulatinamente en la gran corriente del pueblo chino.
Pues bien en el año 1984, el etnólogo Lei Changzheng descubrió en el centro de la provincia de Yunnan, una comunidad que, descendiendo posiblemente de los pueblos que poblaron el sur de China hace más de 2.000 años, había conservado una serie de aspectos lingüísticos, culturales y religiosos que los diferenciaban perfectamente de cualquier otro pueblo conocido. A pesar de ello, su artículo pasó casi desapercibido. Y los mal llamados por sus vecinos «Baiyi» que viven en el distrito de Jianshui continúan su lento descenso hacia el olvido y la extinción a la que les tiene abocado su escaso número de personas. Pues aunque habían conseguido mantener la endogamia hasta 1949, los trastornos que sacudieron China a partir de esa fecha, también les afectaron a ellos, y muchos de los jóvenes, habiendo salido al exterior para estudiar, enrolados en el ejército, o para realizar tareas administrativas, empezaron a casarse con gente de otros pueblos.
Según el informe del señor Lei los «Baiyi» no se reconocen por ese nombre, que es sólo la denominación que les dan sus vecinos. Ellos no tienen una forma especial de denominarse a sí mismos, por lo que para no herir su sensibilidad, el autor refiere llamarles como la gente de Quzuochong, por el condado en el que viven. Ellos eran solamente 574 personas. Estaban repartidos en dos aldeas cercanas, ambas situadas en el distrito de Jianshui, en la zona del Qujiang. No obstante a pesar de no tener una forma de denominarse a sí mismos, se consideran diferentes de los otros pueblos que viven alrededor de ellos: de los Han, los Hui y los Yi. El gobierno sin embargo, les clasificó como parte de estos últimos. Pero ellos mantienen un profundo sentimiento étnico, aunque su lenguaje y su estilo de vida característico están a punto de desaparecer para siempre.
Se calcula que habitan estas tierras desde los primeros años de la dinastía Ming, esto es desde el siglo XIV aproximadamente. Aunque posiblemente sean descendientes de los llamados Baiyue que habitaban el sur de China desde tiempos prehistóricos. Por lo que serían una especie de laguna en la historia de la humanidad. Su lenguaje, de hecho pertenece a la rama Dong dai, y ellos mismos preferirían ser considerados Dai, con los que se consideran más relacionados, que Yi. El único investigador que se ha ocupado de ellos, también considera que su cultura es más semejante a la de los Dai de Yunnan y a la de los Buyi de Guizhou.
Con los Yi mantienen gran semejanza en la forma de vestir, así como en sus bodas. También requieren en algunas ocasiones la asistencia de los chamanes yi, para dirigir algunas ceremonias para las que ellos no cuentan con especialistas religiosos.
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