En un principio toda la material era transparente, difusa y sin diferenciación. En ella habitaban los poderes duales sutiles, etéreos y eternos; siendo uno de ellos viril, cálido, radiante y activo y el otro femenino, frío, sombrío e inactivo. Los poderes recíprocos de de estos poderes duales, actuando de forma continua a lo largo de las eras acabaron por producir todo cuanto existe. Pan Ku, generalmente representado como un gigante que sujeta el sol y la luna y da forma a las montañas, es la única personificación de las fuerzas que operaban en el caos.
Un cenit, un nadir, y todos los puntos del compás fueron evolucionando gradualmente. Empezó a haber una distinción entre los cielos brillantes, con las siete luminarias en movimiento, y la tierra oscura, con sus mares. El principio masculino predominaba arriba, el femenino abajo. Como el Padre Cielo y la Madre Tierra, cada uno teniendo un espíritu que lo dominaba todo, pero de distinta influencia. El cuerpo proviene y depende de la tierra; el alma viene y regresa a los cielos.
En ese tiempo no había en el cuerpo divino, nada de vida además de su aliento divino. Entonces las aguas retrocedieron, las pequeñas hierbas crecieron, y en el lapso de unos ciclos se desarrollaron en arbustos y árboles. El cuerpo del hombre, no lavado durante años, crió bichos, y así las montañas no lavadas por las aguas, crearon bichos e insectos, grandes criaturas desarrollándose a partir de las inferiores. Los escarabajos en el curso de los años se convirtieron en tortugas, las lombrices se hicieron serpientes, los insectos voladores se convirtieron en pájaros, algunas tórtolas se convirtieron en faisanes, las garcetas se transformaron en grullas, y los gatos salvajes en tigres. La mantis religiosa se fue transformando gradualmente en un mono, y algunos de los monos se quedaron sin pelo. Un mono pelado hizo un fuego golpeando cristal sobre una roca, y con la chispa que saltó, encendió las hierbas secas. Con el fuego ellos cocinaron los alimentos, y comiendo los alimentos cocinados crecieron grandes y Fuertes, y conociendo, fueron transformados en personas.
Ese mono que enseñó por primera vez a cocinar tuvo un curioso origen. Fue encerrado, desde el principio, en una roca en de la costa. Las olas batieron en la roca sin cesar, siglo tras siglo, y al final la desgastaron por completo excepto el mono que estaba en el centro. Entonces el sol le calentó, y los vientos soplaron sobre él, hasta que cobró vida, y con un impulso divino fue y enseñó a su gente a cocinar sus alimentos.
Traducido de Fielde, Adele M. A Corner of Cathay- studies from life among the Chinese. MacMillan. London. 1894
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