Festival Duanwu en un templo taoísta
El pasado sábado recibí una noticia que durante la fiesta de Duanwu habría una pequeña ceremonia en el templo taoísta Zhenqing. Según la información recibida a lo largo del día se irían sucediendo diferentes actividades culturales, incluyendo caligrafía, recital de guzhen y ceremonia del té, siendo el punto culminante el acto en memoria de Qu Yuan.
Qu Yuan fue un ministro y poeta que vivió en el reino de Chu, uno de los Reinos Combatientes, en la China del siglo IV a.n.e. Su obra principal, el Li Sao (El Lamento) ha bastado para colocarle en el Olimpo de la poesía china. Cuenta la tradición que era el principal consejero del rey, pero debido a los celos de otros funcionarios fue destituido. Sin nadie que se preocupara de dar consejos leales al soberano el reino fue decayendo y Qu Yuan, por no ver el desastre que se avecinaba, se exilió de la capital. Un día, al ver que la situación siempre iba a peor acabó suicidándose tirándose a un río. Los pescadores intentaron sacar su cuerpo en vano, y además, temerosos de que los peces se lo comieran, empezaron a dar golpes en el agua con unos palos para asustarlos.
El festival Duanwu precisamente se celebra para recordar la fidelidad a su estado de Qu Yuan, y entre otras actividades se celebran carreras de barcos dragón para recordar los palazos al agua que daban los pescadores.
Esta tarde el templo Zhenqing estaba un poco más animado que de costumbre, bueno el anexo que antaño albergaba el Gremio de los Comerciantes de Sal. En el patio se veían hombres y mujeres con el traje ritual taoísta de color azul. En el interior de la sala principal, la del Ancestro de la Sal, un pequeño grupo musical iba afinando sus instrumentos. Luego algunos de los adeptos se han vestido un traje ritual de color amarillo, y el maestro oficiante se ha vestido con una capa violeta decorada con dragones.
Al empezar la ceremonia propiamente dicha el oficiante ha tomado de un armario una tableta de madera que es un símbolo de poder, y con ella se ha dirigido al lugar principal, en medio de dos filas de adeptos, ante la imagen del Emperador Amarillo, ante quien se desarrollará toda la ceremonia. Otras dos filas detrás de él servían como apoyo. Al ritmo de la música los creyentes han ido cantando sus plegarias en honor de Qu Yuan, presentando la tableta de madera cada cierto tiempo en distintas direcciones, y realizando postraciones con incienso en la mano. Pasado un rato hasta los espectadores, una docena escasa, también teníamos nuestras varillas de incienso, y poco a poco hemos ido abandonando nuestro papel de espectador, guardando las cámaras de fotos e integrándonos en la ceremonia.
Involucrado casi sin darme cuenta en esta ceremonia por uno de los primeros patriotas de China, me he sentido conmovido por su triste figura, observando desde la distancia la decadencia del pueblo entre el que nació. Que figura más bonita para pensar en la tierra en que nacimos. No es un general ni un conquistador, sino un poeta y un pensador. ¿Tiene un hueco todavía el patriotismo en este mundo cada vez más internacionalizado? Yo lo siento, pero no puedo verlo como una suma de banderas, cuatro aspectos de una memoria común, y la alegría por las victorias de las selecciones deportivas nacionales.
Un pequeño alboroto nos anuncia que la ceremonia se acerca a su clímax. El oficiante deja paso a uno de los acólitos que coloca un tubo de papel cuadrado con símbolos poderosos y lo prende fuego. Mientras el papel arde estableciendo el humo una comunicación con los espíritus del más allá, se renuevan las postraciones en honor de Qu Yuan. El fuego se consume, la tableta de poder se devuelve al armario, los oficiantes van a un pequeño cuarto donde se van desvistiendo de sus capas rituales.
Ordenadamente van saliendo del templo y colocan sus varillas de incienso en los incensarios del patio. Pasado un rato sólo queda la animación de los creyentes compartiendo un poco de fruta, admirando las caligrafías de los maestros, o preparándose para las actividades de la noche.
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