El país de los Gatos – Lao She
A veces decimos que un poeta o un escritor escribe con su sangre, y muchas son las ocasiones en las que los escritores acaban pagando con su vida por haber escrito un libro. Está posiblemente sea una de ellas, y podemos decir que Lao She pagó con su vida por haber escrito esta obra, esta sátira de la sociedad china de su tiempo, y todo el amor que trasuda la misma por mejorar la situación de ese país de los gatos, no fue suficiente para los que no admiten la menor crítica, y durante la Revolución Cultural Lao She fue atacado y atacado hasta que acabó por poner fin a su vida. Ya dijo Mao que la revolución es un asunto muy serio.
Originalmente escrita en 1932, el argumento de la obra es que una persona china, porque insiste varias veces en denominarse como tal y no como humano como un especie de oposición al país de los gatos en el que vive, viaja a Marte donde el aterrizaje es muy accidentado, de tal forma que su nave espacial se destruye y su compañero muere. Poco después es rescatado, en realidad hecho prisionero por los habitantes de Marte, o por unos de los habitantes de Marte, que son los habitantes del País de los Gatos que dan título a la obra .
En cuanto se empieza a caracterizan el país de los gatos, en el que la gente sobrevive tomando unas hojas de un árbol que tiene un efecto tranquilizante semejante al opio, que les calma el hambre y a la vez les embota todo tipo de acciones y sentimientos, y donde los extranjeros, por el mero hecho de serlo, son respetados, temidos e imitados, ya nos damos cuenta de que está estableciendo un paralelismo entre la sociedad china de los años 30 del siglo XX con esa sociedad del país de los gatos que se encuentra en Marte.
La primera parte la obra simplemente nos muestra el protagonista integrándose en la vida de la sociedad de los gatos, pues tras escaparse de sus captores acabó viviendo de la casa del aristócrata Escorpión. Su anfitrión, y el resto de la sociedad, se van presentando bajo tintes negativos: egoístas, descuidados, preocupados únicamente por su propio beneficio, etc. Protagonizando algunas situaciones con un marcado carácter cómico.
Después con motivo del viaje de Escorpión a la capital, la Ciudad de los Gatos, el protagonista rechazando la invitación a vivir en el barrio de los extranjeros, tiene la oportunidad de conocer mejor está sociedad, especialmente de la mano del hijo del señor Escorpión. Un joven con una clara visión de los defectos de su sociedad que le convierte en un pesimista. De su mano, o más bien desde su casa, el humano va descubriendo que todas las instituciones están vacías, que no hay ningún tipo de sentimiento moral, sino que cada uno se dedica a engañar al otro como puede y a sacar el mayor beneficio posible, eso sí, se enmascara todo con grandes títulos y bellas palabras, lo que también recuerda mucho a la China de aquella época, y podríamos decir que a la de siempre.
De la mano de estos señores va conociendo la naturaleza del educación , que es existente, de la copia sin sentido de las modas de las otras naciones exteriores y aplicarlas sin entenderlas, de la venta de todos los bienes culturales de los museos para seguir consiguiendo opio y mantener a todos tranquilos, de la naturaleza de un emperador que no tiene absolutamente ningún tipo de gobierno ni poder, siendo la preocupación de todos los dirigentes únicamente tener suficientes hojas de este árbol para poder mantener la gente tranquila y quedarse haciendo sus vidas con su numerosas concubinas.
Algunos párrafos, como el siguiente, parecen premonitorios. “Dado que el robo y la destrucción eran los dos hábitos más comunes de la Gente Gato, era ciertamente mucho mejor que las preciosas reliquias de su pasado se vendieran a los países extranjeros donde la gente los conservaría, mejor que ser destruidos por la propia Gente Gato.” Y es sorprendente como pudo llegar a imaginar la destrucción sin precedentes que se llevó a cabo 30 años después.
Sobre la educación sus palabras deberían de ser leídas de nuevo: “Cuando llegó el nuevo sistema educativo ¿Para qué lo quería la gente en primer lugar?. No era en la esperanza de que los estudiantes ampliaran su entendimiento, sino que pensaban que podrían usarlo para hacerse ricos.”
Obsesivamente busca el protagonista un rayo de esperanza para esta sociedad que se muestra condenada a la desaparición, y todos los grupos que van pasando ante él acaban mostrándose tan integrados en el ambiente general, que queda poca luz a la esperanza. Los hechos parecen acelerarse cuando llegan las noticias de una invasión extranjera por el oeste. Mientras el emperador huye con sus generales hacia el este, el joven Escorpión es el único, que al frente del ejército de su padre, opone una pequeña resistencia., solo el preludio a un trágico final.
Aunque el tema es original e interesante, el dolor con el que se implica el escritor en esa exploración de la realidad circundante, le impide contemplarla con un poco de distancia, y poder describir los mismos hechos con un sarcasmo más elegante. Por el contrario, su búsqueda de colectivos sociales que puedan arrojar una luz de esperanza, se condena al fracaso tras descripciones un tanto repetitivas de sus defectos. Ta l vez alargue demasiado las descripciones de situaciones desde un punto de vista excesivamente paternalista y didáctico.
Su obsesión y preocupación por la China de la época le impide descubrir que hay otros elementos, semejantes al opio en su efecto, que ya empezaban a adormecer y manipular las sociedades occidentales, y habiendo dado una visión de la decadencia un poco más generalizada, anclada en vicios que la sociedad mantiene desde hace siglos, podría haber convertido esta novela en un ejemplo de la decadencia universal, pero ahí sólo tiene un éxito relativo, y en estos meses que estamos viendo ahora la incapacidad de los gobiernos occidentales para enfrentarse a la pandemia de COVID, a las crisis del medio ambiente a las que nos enfrentamos y otra serie de amenazas globales, pues podríamos identificar nuestras propias sociedades con la de este País de los Gatos.
Con lo cual no digo que su crítica no sea justa porque yo creo que lo es, pero al exponerla en una novela y no un ensayo, se fuerza a él mismo a darle una ritmo, a proporcionar un interés al lector, para animarle a seguir con su lectura y para proporcionarle a través de la misma una experiencia espiritual distinta, y en estos aspectos solo tiene un éxito relativo.
Lao he. Cat Country. Translated by William A. Lyell. Penguin Books.
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