El buey y el arado ritual en primavera
Durante toda la época imperial, cada año se celebraba el inicio de los trabajos agrícolas mediante una solemne ceremonia llamada el Festival del Arado. “El propio emperador tomaba un arado amarillo uncido a un buey amarillo (el amarillo era el color imperial bajo la dinastía manchú); el jefe del Ministerio de Finanzas permanecía a su izquierda con un látigo, y el gobernador de Hebei a su derecha con un saco de semillas. El emperador personalmente hacía el primer surco, luego los príncipes y ministros ocupaban su lugar, y la obra era concluida por los campesinos. El grano de este campo, situado al sur de Pekín, justo enfrente del Templo del Cielo, servía después para todos los sacrificios imperiales del año.” (Maspero 139).
Esta es una costumbre que duró hasta el fin de la época imperial, cuyo origen se remonta a los siglos anteriores a nuestra era, pues ya el Libro de los Ritos indica: «Este es el mes en el que el hijo del Cielo, en un día favorable, reza por una buena cosecha a Shang Di. En un día afortunado el hijo del Cielo toma un arado y lo coloca entre el oficial militar encargado del escudo y el conductor del carro… toma la copa y brinda: «Bebed el vino como recompensa por vuestro trabajo» (Hodous 1929).
Y al igual que el emperador, el sumo pontífice de la religión oficial china, los magistrados de los diferentes distritos, que a nivel ritual actúan como sus sacerdotes, realizan una actividad semejante: los mandarines, en presencia de los ancianos de la vecindad y de varios oficiales, proceden a dar ejemplo para que los agricultores les imiten. Primero acarician al buey, que ya está sujeto al arado. Luego toman el mango del arado, al que se ha atado un trozo de seda roja, y, con el látigo en una mano, le dirigen una corta distancia, dando al buey unos cuantos golpes. Entonces sueltan el arado y tomando una azada desentierran unas cuantas malas hierbas o escardan un poco el suelo. El propósito es ilustrar a los aldeanos en la naturaleza práctica de la agricultura y mostrarles (ritualmente) cómo se debe realizar el trabajo durante el año que empieza (Doolitle, 1865: 52)
En Fuzhou y otras ciudades, la ceremonia iba precedida de un sacrificio a Shen Nong, y tenía lugar fuera de la puerta oriental en el segundo o tercer mes de primavera. La realizaban los funcionarios civiles y militares. Dos días antes del evento los funcionarios practicaban la abstinencia. El altar era barrido y reparado. El día del sacrificio, los funcionarios colocaban una mesa en el centro del altar orientado al sur. Sobre ella disponían trece platos con caldo, grano y frutas. Ante la mesa había dos grandes fosas, una con una cabra y otra con un cerdo. Frente a ellas había una pequeña mesa con un incensario y velas. Al este de esta mesa se colocaba otra con un rollo de papel que representaba la seda, un recipiente para las libaciones, tres copas de vino, la carne del sacrificio y el vino del sacrificio. El virrey, o su sustituto, se acercaba al altar y elevaba tres veces el incienso que se le entregaba mientras estaba arrodillado. El ujier ceremonial leía la oración:
«Tú, Espíritu, originaste la siembra y la cosecha. Tú estableciste el pueblo. Exaltamos tu poder de invención. Tú estás asociado al Cielo. Recordamos tu mérito, que alimenta a todos los seres. Exaltamos tu nombre con fuerza. En este momento comienzan las actividades agrícolas. Todos los hombres se reúnen en sus campos ancestrales. Grande eres, pues siempre el exaltado emperador realiza la ceremonia de arar tres surcos una vez al año. Cuida con reverencia la tierra. No se atreve a olvidar al laborioso agricultor, por lo que ofrece el sacrificio respetuosamente y realiza las ceremonias. Esperamos que haya viento cada cinco días y lluvia cada diez. Que recibamos continuamente los dones benévolos de tu Espíritu. Entonces tendremos nueve granos en un espiga de trigo y cada grano será doble. Que nuestra buena fortuna nos haga registrar continuamente una cosecha abundante. Que nuestro sacrificio se disfrute.»
Cuando terminaba el sacrificio, los funcionarios se dirigían al campo. El buey era enjaezado en un arado. El virrey cogía el arado con la mano derecha y el látigo con la izquierda, avanzaba uno o dos pasos y entregaba el arado a un agricultor que hacía nueve surcos en el campo. A continuación, el virrey cogía la azada y cavaba la tierra nueve veces. Hecho esto, los funcionarios se inclinaban ante el altar. Terminada la ceremonia, la cabalgata volvía a casa. (Hodous 1929).
Mediante esta sencilla ceremonia, el emperador y sus representantes en todo el imperio hacían ritualmente posible el inicio de la agricultura para ese año.
Esta gran ceremonia presidida por el emperador, iniciaba una gran ola ritual que llegaba hasta los últimos rincones del imperio, y hasta en las más humildes aldeas, bajo la dirección del jefe de la aldea, se realizaban también ceremonias mucho más sencillas para iniciar el año agrícola, en las que el sacrificio era muchas veces solamente un pollo o un cerdito.
En realidad, siendo el desarrollo adecuado de la actividad agrícola necesario para la supervivencia de la gente, cada una de las fases de la misma iba acompañada por su ritual correspondiente, que finalizaba generalmente con las ceremonias de probar el nuevo grano y de dar la bienvenida al dios del granero. Ceremonias todavía hoy ubicuas entre las minorías del sur de China.
Referencias:
Doolittle, Justus. Social life of the Chinese vida social de los chinos. Vol. II. Harper and Brothers. New York. 1865.
Hodous, Lewis. Folkways in China. Arthur Probstain. 1929
Más información sobre el tema en EL AÑO DEL BUEY Y LA CULTURA CHINA
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