En los días pasados, tras la lectura de No tan elemental: Cómo ser Sherlock Holmes (Ariel, 2014), una bella obra de difícil clasificación, en la que el autor Daniel Tubau, con el pretexto de un recorrido por las aventuras de Sherlock Holmes, invita al lector a una divertida reflexión sobre los mecanismos mediante los que recibimos y procesamos la información, he estado leyendo algunas de las historias más conocidas del famoso detective, y ¿cómo no?, he recordado a los Sherlock Holmes chinos.
Dado que en la China imperial, las investigaciones criminales eran llevadas a cabo por los magistrados de cada distrito, que además de la función judicial, llevaban a cabo otras muchas tareas relacionadas con la administración, la recolección de impuestos, la educación o la celebración del ciclo ritual, el papel de detective está asociado generalmente en la literatura china con las personas de los magistrados.
Hay numerosos cuentos y novelitas cortas que narran la sagacidad de algunos de estos magistrados cuando se enfrentan a algún caso criminal que podríamos llamar misterioso; de hecho algunos de los dramas más famosos de la tradición china se sustentan en la tensión que crea la resolución de un crimen a primera vista lleno de dificultades, como sucede en Quince sartas de Sapecas, o en La Injusticia contra Dou E. obras ambas traducidas al español.
Pero si intentamos asociar a algún personaje chino con Sherlock Holmes, tal vez los mejores candidatos serían en Juez Bao y el Juez Dee. El juez Bao fue un oficial que ejerció su carrera durante la dinastía Song del Norte. A lo largo de su dilatada carrera al servicio de la administración, tuvo que administrar justicia en numerosos casos, de ellos los que más famosos le han hecho, fueron esos casos en los que se tuvo que enfrentar a parientes del emperador que habían cometido algún delito, cosa que el Juez Bao hace sin dudarlo a pesar de saber que se está jugando su carrera, e incluso su vida, es por ello que, aunque muchos de sus casos se vean rodeados por el misterio, la característica que ha hecho pasar al Juez Bao a la historia no ha sido su inteligencia sino su sentido de la justicia y su valor para llevarlo hasta las últimas consecuencias. Esto enseguida le convirtió en un personaje muy popular y querido por el pueblo, siendo sus casos más resonados, transmitidos una y otra vez a lo largo del imperio, y convertidos en argumento de operetas y representaciones teatrales. Durante la dinastía Ming se reunieron sus actuaciones más relevantes en algunos volúmenes de cuentos.
El Juez Dee es más conocido en occidente, especialmente desde que el sinólogo Robert Van Gulik le convirtió en el protagonista de una serie de novelas de misterio que tienen lugar en la China de la dinastía Tang, en la que vivió el auténtico Juez Dee. Los casos más famosos de este Juez Dee también circulaban en China desde poco después de su muerte, y algunos de ellos se habían reunido como libros durante la dinastía Ming, cuando las novelas de misterio si hicieron muy populares en China. El propio van Gulik se topó por azar con una de estas novelas poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, traduciéndola poco después con el título La novia envenenada y otras historias del Juez Dee. La novela discurre por unos parámetros en general semejantes a los que esperaríamos encontrar en una novela de Sherlock Holmes, mostrándonos la comisión de un delito en sus primeras páginas y las dificultades en que se encuentra el investigador para encontrar una rápida solución al caso. Como es de esperar el argumento de la novela es la descripción del propio proceso mediante el que el investigador acaba por descubrir el misterio. Durante ese proceso el Juez Dee, como tantas veces hace Sherlock Holmes, recurre a disfrazarse para descubrir nuevas pistas. Sin embargo, las profundas reflexiones en que se enfrasca Sherlok Holmes, y que acaban eventualmente por conducirle a la resolución del misterio, son sustituidas en esta obra por una visita al Templo de los Dioses de La Ciudad, donde tras realizar las oportunas ceremonias el Juez Dee solicita la inspiración de los dioses. De esta forma recibe en sueños información clave para la solución de sus casos. Además, y al ser el Juez Dee el representante oficial de la justicia, no le basta, como a Sherlock Holmes, con descubrir el misterio, sino que necesita conseguir pruebas de suficiente valor como para poder condenar al culpable. Como el reconocimiento de la culpa era necesario para que el juez pudiera condenarle, éste se conseguía generalmente mediante la aplicación de la tortura, por lo que tenía poco poder probatorio real.
El germen de estas novelas se encuentra en las descripciones de casos judiciales, que algunos letrados comenzaron a realizar desde época temprana, considerando que el conocimiento de una amplia casuística permitiría a los magistrados descubrir las claves ocultas de los casos más difíciles. Precisamente basada en estas recopilaciones se publicó hace años una obrita llamada Cien casos judiciales de la Antigua China (Beijing 1996), en la que se tradujeron al inglés los casos más interesantes reunidos en antiguas colecciones, que abarcan prácticamente toda la historia de la China imperial, desde la Dinastía Han hasta la Qing. La traductora los ha organizado en cuatro secciones, dedicadas al poder de deducción, al buen uso de la evidencia, a los jueces con recursos, y a acabar con la injusticia. La mayoría de estos relatos son breves, apenas cuentan con una o dos páginas, y en todos ellos destaca la presencia de algún funcionario amante de la justicia que, sin dejarse llevar por las apariencias, desvela la clave del misterio generalmente fijándose en algún pequeño detalle.
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