Notas sobre el teatro chino
Los chinos eran extremadamente aficionados a las representaciones teatrales. Según sus tradiciones éstas se originaron en los tiempos del emperador Ming Huang de la dinastía Tang, venerado posteriormente como el santo patrón de los actores, sin cuya ayuda se considera que ningún actor puede realizar una buena actuación.
La mayoría de las obras chinas son muy extensas en el tiempo, durando generalmente entre varias horas a varios días. Excepto en algunas grandes ciudades no existían teatros como tales, y las obras se representaban en un simple escenario, a veces junto a un templo, y otras erigido para la representación y desmantelado al acabar la misma.
Los principales componentes de una representación eran los actores, su vestuario y la música. Los actores acostumbraban recitar ante el público su identidad y carácter, la música acompañaba la actuación, siendo especialmente escuchada en los entreactos y en los momentos de máxima tensión, los vestidos, generalmente muy lujosos y costosos, eran el principal distintivo de cada compañía.
Los actores eran toda una casta aparte en la sociedad china, siempre vagando itinerantes de un lado para otro, estaban encuadrados en compañías teatrales organizadas generalmente por alguna persona acaudalada como medio de inversión, alguien capaz de aportar el capital necesario para adquirir los costosos vestidos. Los actores estaban divididos en clases, los miembros de cada una de ellas recibían una paga acorde con su categoría. Las principales categorías eran los lao-sheng, que representaban personajes históricos de primera clase, los hu-sheng, que representaban personajes legendarios, y los xiao-sheng o tercera categoría representaban otros personajes históricos. Tras ellos estaban los personajes secundarios: damas, oficiales, etc., los hua-lien, o payasos, representando caracteres malvados, y personajes de acompañamiento: soldados, mensajeros, etc. Muchos de los actores empezaban ese oficio como aprendices, generalmente hijos de familias pobres, cuyos padres les enrolaban en alguna compañía a corta edad para garantizarles al menos el sustento unos años.
Además de los actores profesionales había compañías de aficionados, los llamados pequeños teatros, que aprovechaban la época de escasa actividad agrícola para realizar representaciones teatrales en áreas cercanas.
En las aldeas el teatro era el único tipo de diversión pública, además de los dos o tres días de fiestas anuales. Es por ello que la gente en las aldeas tenía tan gran afición a estas representaciones que cualquier pretexto o acontecimiento parecía ser bueno para organizar la correspondiente representación. La recuperación de una enfermedad por parte de alguno de los miembros adinerados de la comunidad, una ofrenda a alguna divinidad por parte de una aldea que se consideraba haber sido favorecida por ella, el compromiso de paz entre dos familias enemigas, o simplemente que la comunidad contara con un dinero de sobra y decidiera contratar una representación. Las grandes ferias comerciales y fiestas religiosas celebradas periódicamente en núcleos de población mayores eran invariablemente acompañadas por representaciones teatrales, algunas de ellas contando con más de 10.000 espectadores. En algunas zonas constituía un dispendio tan importante que los magistrados llegaron a prohibirlas intentando que la gente gastara su dinero en actividades más productivas para el bien común.
Cuando se conocía la noticia de que una representación teatral se va a celebrar en una determinada aldea toda la gente que de alguna forma se puede considerar relacionada con la misma, hijas casadas en aldeas cercanas, conocidos que viven en las cercanías, relaciones de negocios y comerciales, enseguida programan la forma de asistir a la representación, para lo que esperan contar con el alojamiento y manutención en casa de los no siempre contentos amigos.
Muchas de las obras más populares trataban sobre asuntos de interés general, muchas veces relacionadas con los acontecimientos recientes en la historia local, de la actualidad nacional o de una serie de eventos históricos conocidos en su versión dramatizada por todos los chinos, que llevan a los espectadores a presenciar en directo los considerados por ellos momentos estelares de su historia. El argumento de muchas de estas obras, generalmente cantadas en escena en un falsetto no siempre inteligible para los espectadores, se vendía impreso en pequeños cuadernos antes de las representaciones.
Tal vez los chinos encontraran en estas representaciones que aspectos de su vida real e imaginada tomaban forma presentándoles un reflejo de sus propias existencias, que les permitía considerarlas desde una cierta distancia, pues como dice el proverbio: “El mundo es sólo un escenario, ¿por qué debería la gente tomar la vida como real?”
Esta información proviene principalmente de Arthur H. Smith, Village Life in China. Fleming H. Revell. New York. 1899
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