La primera descripción de la Religión de los Yi
Por el padre François Louis Crabouillet en 1872.
La religión de los Lolos[1] es la de los hechiceros: apenas consiste en conjuraciones de espíritus malignos, según ellos, los únicos autores del mal. Sin ser devotos como los tibetanos, ni adoradores de ídolos, tienen muchas prácticas menores de vana observancia, y ponen una confianza ciega en sus hechizos. Temen al diablo y a las imprecaciones diabólicas, por lo que, para evitar sus influencias desastrosas, llevan amuletos como talismanes y cuelgan ramas de árboles o cráneos de animales en las paredes de sus casas[2].
La deidad, que es objeto de gran veneración, es un tal Ou-lang, el primero de los humanos y el inventor de los cereales; también fue, dicen, un famoso asesino de bestias salvajes. Para representarlo, durante los sacrificios, clavan un palo en el suelo sobre el que arrojan algún tipo de prenda.
Los bonzos no tienen más carácter distintivo en la tribu que su título. Actúan como médicos. Llamados a visitar a un enfermo, se contentan con realizar exorcismos, ya que todo mal, según los lolos, es causado por espíritus malignos[3]. Con tal persuasión, es comprensible que estos bárbaros desprecien los remedios, que consideren a los bonzos como benefactores de la humanidad doliente y les supongan un poder ilimitado sobre los genios del mal.
El bonzo médico, requerido para cortar una fiebre o curar un reumatismo, o incluso una enfermedad incurable, se pone en situación de expulsar el fluido mórbido, es decir, el diablo, recitando oraciones que acentúa con gestos enérgicos, y aturdiendo al paciente con el sonido del tambor[4].
También se ofrecen bueyes y ovejas como sacrificios, para aplacar la ira de los espíritus. Si el mal se muestra rebelde, se matan otras víctimas y luego se consulta el destino mediante un hueso de oveja. Este tipo de adivinación está muy en boga, no sólo entre los lolos, sino entre los pueblos de la alta Asia, ya sea para leer el futuro o para consultar el destino sobre asuntos importantes[5]. A continuación se describe brevemente cómo se hace.
Se coge una paleta de cordero cocida y con un cuchillo se le quita la carne. El hueso desnudo se coloca en las brasas, donde permanece hasta que se considera que tiene suficientes grietas. Es a partir de la disposición de estas grietas, de sus proporciones, de su conexión entre sí, que se determina el futuro, el resultado de una empresa, la vida o la muerte.
Los lolos tienen una vaga idea de la vida futura: tras la muerte, el alma vuela al cielo y se fija allí en forma de estrella. Saben que una vez un diluvio arrasó el mundo, y afirman que sus antepasados escaparon de él en el Monte Polo.
[1] Nombre con el se les conocía hasta 1949.
[2] Costumbres bastante extendidas en el resto de China, donde se cuelgan ramas de cálamo o de ajenjo a la puerta de casa en la fiesta Duanwu, y en occidente donde las bucrania (calaveras bovinas) han estado muy extendidas a lo largo de la historia.
[3] Idea popular también en el folklore del resto de China.
[4] Parece que describe a grandes rasgos una sesión chamánica en la que el tambor conduce al chamán a otras realidades, y mientras su alma busca la cura para el enfermo, realiza gestos extraños.
[5] Una forma especialmente sofisticada de la misma se utilizó en la dinastía Shang dando origen a la primera escritura pictográfica china, y esa ya era heredera de tradiciones semejantes a la que se describe para los Yi.
Más información, y links a algunos artículos académicos se puede ver (en inglés) en Ethnic-China
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