La cultura del toro dio forma a China
El buey no es uno de los animales que se asocie habitualmente con la cultura china, sin embargo su importancia en la mitología, religión y vida ritual de este país es realmente importante. La cultura y la religión del toro están en el germen del nacimiento de China como nación. Sin la presencia del toro, y los elementos culturales crecidos a su sombra, las comunidades neolíticas de tercer milenio antes de nuestra era, nunca habrían desarrollado los excedentes económicos ni los conceptos culturales de dominación que dieron lugar a los primeros estados chinos.
Sin el toro no existiría la China que conocemos.
La simbología del toro en China abarca miles de años y un espectro ideológico que se extiende desde los conceptos más simples a los más sutiles. Está presente, a veces de forma extremadamente difusa, en concepciones ideológicas que modelaron la forma de su sociedad durante milenios, afectando en mayor o menor grado la vida de cada una de las personas nacida en este país desde hace más de 40 siglos.
De hecho, aunque la presencia del toro en la mitología y el folklore chino es ocasional, fragmentaria, y a primera vista inconexa, un análisis más profundo de los elementos conservados en las fuentes históricas y los rituales religiosos nos puede permitir descubrir que en líneas generales esa simbología bovina es una de las primeras que caracterizaron a la cultura china.
Pues desde tiempo inmemorial se atribuyeron a los toros poderes espirituales y complejos significados simbólicos, que hicieron que se les enterrara formando composiciones hoy en día incomprensibles, que se utilizaran sus cuernos como símbolo de protección, ellos mismos como mensajeros (adivinándose en sus huesos, enviados al cielo como sacrificio y su carne consumida en vasijas con forma de toro) entre los dioses y las personas, cuando no se les concebía directamente como los dioses que gobernaban el cielo y la tierra, las aguas y las tormentas, y hasta las regiones infernales. Y todavía tenemos el recuerdo de dioses cornados en la mitología china.
El toro se asocia a la llegada de la civilización, pues el rey es el civilizador por excelencia. Ya lo fueron los primeros reyes míticos, que aporta cada uno, uno de los elementos claves del mundo civilizado, y lo son sus sucesores en el cargo, que mediante los rituales adecuados comparten la gloria de los reyes ancestrales. La agricultura, la ganadería, la metalurgia y el establecimiento de regímenes políticos armoniosos, son todos relacionados con los toros. Entonces además de dioses son los héroes civilizadores, como ese Shen Nong que inventa la agricultura y la medicina, representado con cuernos, o Chi You el metalúrgico con su cabeza de toro.
Pero a la vez el toro es el capital, un conjunto valioso de carne, hueso y cuero que se hará efectivo con su muerte, que se desplaza a la voluntad del dueño, y que mientras está vivo es un generoso proveedor de bosta y leche (las vacas). Curiosamente en la China antigua, el principal ganadero era el rey, con sus rebaños imperiales, necesarios según la ideología diseñada para mantenerle en el poder, para tener siempre a mano un suministro de animales para sacrificar a los dioses.
Los textos clásicos dedican páginas y páginas a detallar los procesos de selección, limpieza ritual, y sacrificio de los animales elegidos, pero apenas se mencionan el resto de los animales. La riqueza verdadera, el verdadero poder económico de nobles y reyes. Por eso el toro y la vaca son los símbolos de la riqueza durante la China antigua, y lo siguen siendo hasta nuestros días entre algunas poblaciones remotas, que miden su riqueza por el número de vacas, que las intercambian durante las bodas y que las prestan en complejos sistemas de intercambios que incluyen a veces a las personas de varias generaciones.
Con el tiempo la sociedad se transformó, los medios de producción siguieron procesos más sofisticados, la extensión de las entidades políticas chinas antes de la unificación del país por el Primer Emperador supera ya a la de muchos países modernos. Los reyes no sienten la relación directa entre el toro y su poder, sino con el continuo flujo de riqueza que llega a sus palacios generado con el sudor de millones de campesinos. El toro se va alejando del boato imperial, ahora es más rentable cuando realiza su papel tirando del arado al lado del campesino. Se convertirá entonces en el compañero favorito del campesino solitario en ese drama silencioso que a lo largo de los siglos ha permitido su supervivencia. Pero aún así, el emperador, para dejar claro a quién pertenece el producto de ese toro, para mostrar el ejemplo de su utilización mágica para crear riqueza, cada año realizará un arado ritual, guiará al toro abriendo la tierra, y se asegurará de esa forma que él mismo, como gran fertilizador, lleve la vida a la tierra de todo el imperio.
El toro es poderoso y salvaje, como el carácter de las personas, pero puede ser educado y su poder puesto al servicio del hombre, se convierte así en el paradigma del control sobre las pasiones y deseos entre algunos de los más finos pensadores de la cultura china. El toro está lleno de peligro potencial, pero su domesticación le convierte en la mayor bendición. Puede arrasar con las posesiones de una familia en cuestión de minutos, pero en vez de ello sigue dócilmente al niño que le guía con un par de caricias o al anciano que le utiliza como montura. Todos tenemos grabada la imagen de Laozi alejándose por la frontera del oeste a lomos de un toro, del escuálido campesino que le domina mientras tira del arado y de los niños que desde tierna edad le utilizan también como método de transporte.
Sus beneficios serán recordados y agradecidos cada año, por los emperadores durante el arado ritual al principio de la primavera, por el resto del pueblo durante la Fiesta de los Bueyes, que tiene lugar en el cuarto mes, y en el momento de la muerte, acompañará muchas veces a su dueño en rituales que son los más grandiosos entre muchos pueblos.
Representante a la vez de la tierra, sus dioses y las comunidades humanas que sobre ella se asientan, los toros formarán parte de rituales misteriosos y competiciones de valor cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, que simbolizan la prosperidad y el poder de las comunidades, y su lucha contra otras comunidades y los elementos naturales. Esto queda reflejado en los numerosos combates celebrados entre toros y entgre hombres y toros, una tradición ininterrumpida que aún permanece viva.
En los próximos capítulos quedará claro que la llegada de los bóvidos a China fue acompañada de una serie de rasgos culturales que transformaron para siempre la vida de sus pueblos primitivos. Bajo la mirada del toro los hombres de China empezaron a dominar a otros hombres, pusieron en marcha las primeras industrias, y multiplicaron su producción agrícola. Agradecidos, veneraron a dioses y reyes civilizadores con formas bovinas, los sacrificaron como intermediarios con los dioses celestiales, se disfrazaron de toros, utilizaron vasijas con forma bovina, e intentaron descubrir el futuro escudriñando los huesos de estos animales.
Todos estos rasgos culturales serán analizados en las próximas páginas.
Más información sobre el tema en EL AÑO DEL BUEY Y LA CULTURA CHINA
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