En realidad no existe una historia como tal. Toda historia es continuamente reinterpretada a la luz de las ideas preponderantes en el momento de la interpretación. De tal forma que la historia en general y la historia de China que nos concierne aquí, se convierte en un conjunto fluido de hechos, interpretado en cada momento a través de un prisma, cuando no enriquecidos con nuevas aportaciones de la historiografía.
Este es un resumen de algunas notas y capítulos del libro Historia mínima de China, de Pedro Ceinos Arcones. Ahora en versión kindle por solo 2,99€
Prehistoria China
Se han encontrado vestigios de presencia humana en China desde hace casi 2 millones de años, dado que la exploración arqueológica de China es todavía relativamente reciente, es posible que en un futuro cercano surjan nuevos descubrimientos. Los restos más antiguos encontrados hasta ahora son el llamado Hombre de Yuanmou, un homínido que vivió hace 1,7 millones de años en la Provincia de Yunnan, el Hombre de Lantian, que vivió hace unos 800.000 años en las cercanías de Xi’an, y el Hombre de Beijing, que vivió en las afueras de esta ciudad hace unos 400.000 años y en el que ya están presentes las características básicas del hombre: como es el caminar erecto y el uso del fuego y herramientas. Los vestigios humanos se multiplican en China a partir de hace unos 200.000 años. Desde entonces hay restos de numerosos homínidos. No obstante, se considera que el chino moderno no desciende de ninguno de estos homínidos, que fueron exterminados por completo por el nuevo homo sapiens procedente de África.
El neolítico chino es tan rico en materiales que impide establecer un panorama homogéneo de desarrollo económico y social, ni siquiera regionalmente. Pues la tendencia clara que muestra una mayor densidad de asentamientos y un mayor número de herramientas y objetos rituales en los más modernos, se ve interrumpida por descubrimientos difíciles de clasificar. Si bien se considera la cultura matriarcal de Yangshao (de hace 6.000 ó 7.000 años) como el arquetipo de las primeras culturas agrícolas chinas, y los expertos consideran que tuvo una influencia decisiva en el desarrollo posterior de la patriarcal cultura de Longshan, en el centro de China, y las culturas de Hongshan, Dawenkou y Hemudu, en la zona costera, apenas se puede especular sobre su verdadero naturaleza. Los expertos aún no se ponen de acuerdo respecto al significado de un misterioso ritual funerario descubierto en una tumba de la época Yangshao.
«En una tumba datada hace 6.000 años se han descubierto un tigre y un dragón. Formados con conchas de un molusco fluvial, a ambos lados del cadáver. El primer tigre en la historia de China y el primer rastro e ese concepto del yin-yang que define su pensamiento… Chang considera que la tumba debió pertenecer a un chamán, en la que tigre y dragón representarían cielo y tierra» (Ceinos.- El Tigre en China: Imagen y Símbolo. P. 12).
Tampoco se sabe muy bien como conceptualizar el llamado Templo de la Diosa, de la cultura Hongshan, o los magníficos discos de jade llamados cong, pertenecientes a la cultura Liangzhu, al norte de Hemudu, tan perfectamente tallados que no se encuentra una explicación coherente.
Un poco posterior, no mucho, se data el establecimiento de las primeras tribus que en la cuenca del río Amarillo darán origen a la nación china. Son los tiempos en que Huang Di, el Emperador Amarillo, al mando de una alianza de tribus, consigue para su pueblo el dominio de las mejores tierras del norte de China, expulsando a sus oponentes, entre ellos los antepasados de los actuales Miao. Tras el Emperador Amarillo, el héroe civilizador de esta tribu, surgen otra serie de reyes, hoy mitificados, que donan a los chinos lo que será la base de su cultura.
Primeras dinastías
Se dice que la primera dinastía es la dinastía Xia, de la que apenas se tienen noticias, aunque se puede afirmar que gobernó una región del centro de China desde el siglo XXI a.C. al XVI. La dinastía Shang (Siglo XVI a XI a.C.), su sucesora, está bastante mejor documentada, no sólo por los antiguos historiadores chinos, sino por los abundantes restos arqueológicos descubiertos de su época, especialmente inscripciones en caparazones de tortuga, vasijas de bronce de una extraordinaria belleza, y los restos su capital Anyang, en las cercanías de la ciudad de Zhengzhou. Donde además de restos de casas y palacios, hay numerosas tumbas de reyes y príncipes con sus esposas y servidores enterrados vivos junto con ellos. Anyang no es más que una de las capitales de los Shang, ya que se dice tuvieron 6 capitales más durante sus 500 años de hegemonía
Arcaicos caracteres chinos grabados en la escápula de bóvido.
«El estado shang estaba fuertemente militarizado. La organización de su ejército en compañías de cien soldados con armas de bronce y la utilización de los carros de guerra desde los que combatían los aristócratas, debieron hacer fácil mantener su supremacía entre otros estados. El ejército no solo servía para la defensa exterior. En el país abundaban las ciudades fortificadas, cuyo gobierno estaba encomendado a los nobles relacionados con el linaje real, que tenían una cierta autonomía para dominar al pueblo en su territorio y recoger impuestos entre los campesinos. De hecho ante el rey, solo tenían la obligación de contribuir con impuestos y asistirle en la guerra» (Ceinos: Historia breve de China, p. 40).
Tras derrotar al último rey Shang, los Zhou (S. XI a 770 a.C.), establecen en las cercanías de Xian un estado bastante desarrollado, con numerosos funcionarios que realizan tareas de gobierno. Diseñando un sistema de feudos que reparten a los miembros de la familia real, extienden por primera vez el territorio de China hasta abarcar gran parte de lo que hoy constituye el norte de China. El sistema funciona de forma eficiente durante varios siglos, con los señores feudales de cada región enzarzados en continuas guerras para integrar a las poblaciones locales bajo su jurisdicción en el mundo Zhou, pero con el paso del tiempo se observa una perdida de poder del soberano central a favor de estos señores periféricos, que de forma paulatina van acaparando poder en sus manos, hasta que se consideran capaces, en el siglo VII a.n.e. de desafiar al propio emperador. Algunos de estos señores, aliados a los nómadas del oeste, les obligan a abandonar su capita y trasladarla al este, a las cercanías de Luoyang. Se les llama entonces Zhou del Este, pero su poder es más nominal que real, y los señores feudales cada vez tienen más autonomía. China se fragmenta en numerosos reinos independientes en guerra continua. Es el llamado periodo de las Primaveras y Otoños, por un famoso libro que narra las continuas expediciones militares de estas estaciones.
Las Primaveras y el Otoños (770-476 a.C.): El desarrollo de la agricultura y la fundición del hierro va transformando una sociedad de señores y esclavos, existente en las dinastías anteriores en una sociedad más parecida a la Edad Media europea. Llegó a haber 140 Reinos durante está época. Cada uno, un centro de poder. La sociedad experimenta un progreso considerable, los campesinos trabajan para quien les ofrece mejores condiciones. Los pensadores y filósofos viajan de un estado a otro exponiendo a los príncipes sus teorías para un mejor gobierno. Hay una ebullición cultural sin precedentes. Surgen importantes escuelas filosóficas que marcarán la historia de la China posterior: especialmente la escuela taoísta de Lao Zi, que propone un gobierno débil, la escuela de Confucio, que propone un gobierno fuerte, la motista, con los seguidores de Mozi y su política del amor universal y la legista de Shang Yang y Han Fei, que propone un gobierno igual para todos.
«Shang Yang y Han Fei sostienen que el hombre es un lobo para el hombre, y solo donde siente el temor al castigo el hombre no osa violar las leyes. Por eso proponen unas leyes rigurosas iguales para todos, con las que pretenden acabar con los privilegios de los nobles y animar al pueblo a actuar de la forma correcta. Su objetivo último es alcanzar la grandeza del estado desde la que podrá emanar el bienestar del pueblo, aunque éste tenga que sacrificarse en el proceso. No hacen falta hombres sabios para dirigir el país, basta con leyes sabias, pues en ellas todas las relaciones están perfectamente definidas con una objetividad que no permite interpretaciones personales (Ceinos: Historia breve de China, p. 76).
Poco a poco el poder se va concentrando en torno a los estados más poderosos de tal forma que para el año 475 a.C. sólo quedan siete estados, que guerrean continuamente entre sí, es la época llamada de Los Reinos Combatientes (475-221 a.C.) Desde el año 350 a.C. el Estado de Qin, el situado en la región más occidental, alcanza una riqueza sin precedentes conquistando los antiguos reinos de la provincia de Sichuan y estableciendo una administración más eficiente basada en las teorías de la escuela legista. Su riqueza le permite alcanzar una hegemonía política y militar, que posibilitará a Qin Shi Huang derrotar a sus enemigos y unifique China por primera vez en el año 221 a.C., proclamándose primer emperador de la dinastía Qin.
Unificación y desintegración de China
La dinastía Qin. Es la primera dinastía de una China reunificada y mucho más grande que la gobernada por los Zhou. El primer emperador unificó también la moneda, los pesos y medidas, los caracteres escritos, el ancho de los caminos y numerosas leyes más. Construyó enormes palacios en Xianyang para convertir a sus antiguos enemigos en cortesanos, y unificó los fragmentos de muralla construidos durante los siglos anteriores en la Gran Muralla. Desde que subió al poder inició la construcción de su mausoleo, una parte del mismo, los famosos Caballos y Guerreros de Terracota, ha sido descubierta recientemente. Su crueldad y los numerosos trabajos que impuso al pueblo sembraron el descontento, y tras su muerte, los rebeldes aprovecharon el reinado de un débil hijo, para acabar con la dinastía Qin, y arrasar su capital Xianyang..
Liu Bang estableció la nueva dinastía. La dinastía Han. China prosperó con rapidez. En medio de un largo periodo de paz la agricultura, la industria y el comercio florecieron. Durante el largo reinado del emperador Wu Di el imperio chino se extendió en todas direcciones. El general Zhang Qian fue enviado a las regiones del Oeste a buscar los tan necesarios caballos para las continuas guerras contra los hunos, a su vuelta se inauguró la Ruta de la Seda. Las sedas chinas se vendían bien en esas tierras, de las que llegaban productos hasta entonces desconocidos. Se envían expediciones a conquistar los reinos situados en el extremo sur del país, consiguiendo a veces un dominio meramente nominal, y se hace frente mediante largas y costosas guerras a los hunos situados más allá de la muralla.
La dinastía Han ensalza el pensamiento de la escuela confuciana, y comienza a dar forma al entramado de funcionarios que regirá China durante siglos. Se inventa el papel, lo que ayuda a promover la educación, el sismógrafo y numerosas técnicas nuevas que revolucionan el país. Pero los ideales que contribuyeron a levantar la dinastía van desapareciendo, los excesivos gastos de las campañas militares de Wu Di afectan a toda la población. El disgusto de la pueblo va en aumento, surgen revoluciones en diferentes puntos del país. El régimen se desmorona. Un cortesano, Wang Mang, aprovecha la incertidumbre para crear una dinastía de corta vida, las rebeliones de los Leñadores Verdes y las Cejas Rojas obligan a trasladar la capital desde Xi’an a Louyang en el año 25. Es entonces cuando se establece la llamada dinastía Han del Este, que a pesar de su relación nominal con la que le precedió, nunca consiguió aglutinar a la población bajo su liderazgo, gobernando con la inercia de sus primeros emperadores hasta que la rebelión de los Turbantes Amarillos y el protagonismo de los militares que debían sofocarla, acaben por poner fin a la dinastía.
Puesto de mando del ejército de Terracotta de la Tumba del primer emperador Qin Shihuang. Xian.
Tres Reinos: Wei, Shu y Wu. Son el resultado de la división de China tras la caída de la dinastía Han y las luchas que se extienden por el país. Se unifica brevemente bajo los Jin del Este, para ser desmembrada de nuevo en numerosas dinastías de breve reinado. Destaca en esta época la dinastía Wei del Norte (386-534), fundada por los Tuoba, un pueblo de la familia de los Hunos, que desde sus capitales, primero en Datong y luego en Luoyang, dan un gran impulso al establecimiento del budismo en China, iniciándose la construcción de las majestuosas cuevas que nos han llegado hasta el presente: Yunggan, Longmen, Mogao. En el año 581, Yang Jian, primer ministro del último emperador de los Zhou del Norte toma el poder, y tras derrotar a las dinastías del Sur unifica China de nuevo, estableciendo la dinastía Sui. De nuevo se repite la historia de la dinastía Qin. Si la primera construyó la Gran Muralla y una impresionante red de carreteras que atravesaban el país, la dinastía Sui construyó el Gran Canal, otra de las obras ciclópeas de China. El pueblo se empobreció con los impuestos para financiar las grandes obras y la Guerra contra Corea, de tal forma que durante el reinado del segundo emperador de esta dinastía, se desencadenaron una sucesión de guerras campesinas que sólo finalizarán con la toma del poder por Li Yuan, en el año 618, que funda la dinastía Tang, con capital en Xi’an.
El esplendor de la dinastía Tang
La dinastía Tang (618-907) lleva a la cultura china a su máximo esplendor. El emperador reparte tierras entre los campesinos. Se roturan nuevas regiones hasta entonces no utilizadas. Las artes se desarrollan bajo el patrocinio de la corte imperial. Leyes favorables al bienestar del pueblo dan un periodo de paz, la población crece, el budismo se extiende por China, el comercio con los países cercanos se multiplica. La poesía florece como no lo había hecho nunca. La Ruta de la Seda es una gran autopista por la que llegan nuevas ideas y nuevos pensamientos. La influencia de los Tang alcanza al Centro de Asia. Desde Corea y Japón vienen a China monjes y estudiantes fascinados por la grandeza del imperio. Los emperadores prohiben a las autoridades locales cualquier abuso sobre los extranjeros. Volverán a su país como embajadores de la cultura china, con las ciencias, las costumbres, los artes y la religión de China.
«Para entender con claridad el estado de China durante la dinastía Tang conviene dividirla, como hace Bai Shouyi, en tres periodos: Un periodo de esplendor, resultado de las políticas del emperador Taizong, la emperatriz Wu Zetian y la primera parte del emperador Xuanzong, que duraría desde su fundación hasta el año 741. Un periodo turbulento, caracterizado por las continuas luchas entre los diferentes estamentos compitiendo por el poder, que duraría desde el año 742 al 820. Y un periodo de decadencia caracterizado, como al final de la dinastía Han, por el poder de los eunucos y de los generales fronterizos que duraría desde el año 820 hasta el final de la dinastía en el año 907 (Ceinos: Historia breve de China, p. 143).
De hecho, se puede considerar que las sangrientas rebeliones de An Lushan y Shi Siming, en el siglo VIII, son el punto de inflexión de esta dinastía, pues aunque acabaron siendo sofocadas por las tropas imperiales, supusieron la intervención activa de los guerreros uygures en defensa de los emperadores. Los privilegios de estos uygures, la creciente militarización de una sociedad que dependía del poder de poderosos generales para mantener una cierta paz, y la corrupción e injusticia que se instalan en la administración, crean resentimientos por todo el país. Nuevos levantamientos acaban con la dinastía Tang en el año 907. Le sigue un periodo de guerras y desordenes que dura 50 años, conocido en la historia china como: Las Cinco Dinastías y los Diez Reinos (907-960).
La dinastía Song (960-1279), unifica de nuevo el país. Pero hostigada por los pueblos nómadas que se han hecho fuertes en el Norte de China, sólo puede mantener la paz aceptando tratados humillantes por los que anualmente debe pagarles cantidades enormes de dinero. Es interesante destacar que, posiblemente escarmentados por la desintegración del régimen Tang a manos de sus grandes generales, durante la dinastía Song se promueve la sociedad civil. No obstante, las presiones sobre los campesinos para poder pagar su tributo a los reinos del Norte renueva la tensión entre ellos.
Los levantamientos son frecuentes. El protagonizado por Song Jiang en Liangshanbo, será inmortalizado por la novela «A la orilla del agua». Los Song acaban por ser expulsados del Norte de China, trasladando su capital a Hangzhou, separada por tierras pantanosas de ese río Yangtze considerado la frontera con los nómadas. En Hangzhou, la dinastía Song del Sur crea un régimen tremendamente moderno, por primera vez los ingresos de los impuestos al comercio superan a los impuestos agrícolas, las crecientes desigualdades sociales obligan a diseñar un embrionario sistema de atención social. En la ciudad, situada a la orilla del bellísimo Lago del Oeste, florecerán las artes y las letras hasta que la dinastía Yuan, de los mongoles, conquiste China.
Gengish Khan, elegido jefe de todas las tribus mongolas en el año 1206 provoca un movimiento militar que en unos años convertirá a su pueblo en el dueño de un imperio que se extendía desde Europa Oriental hasta Vietnam. Las pequeñas dinastías que gobernaban el Norte de China no fueron oposición para los mongoles, que a primeros del siglo XIII ya controlaban la mitad del país. Paradójicamente esos Song que despreciaban a los grandes militares (el famoso general Yue Fei fue ajusticiado en la cumbre de su carrera), fueron el único estado de Asia y Europa, capaz de frenar a los mongoles. Su tecnología bélica, que dotaba a sus ejércitos con rudimentarias ametralladoras y lanzallamas, y su capacidad de construir defensas inexpugnables para la época, les permitieron resistir al avance mongol durante más de 50 años, hasta que Kubilai, el nieto de Gengish Khan, gracias a una combinación de factores militares y sociales, acaba con los últimos generales y establece la dinastía Yuan (1271-1368) con capital en Beijing.
Los mongoles diseñan una sociedad étnicamente estratificada: arriba los mongoles, en segundo término otros pueblos aliados de la estepa, bajo ellos los chinos del Norte y al fondo de la escala social los chinos del Sur. La injusta situación no dio gran estabilidad a la dinastía, y en cuanto el poder militar de los mongoles fue decreciendo, las revueltas se hicieron más peligrosas. En 1351 se da el levantamiento llamado de los Turbantes Rojos, por el color de las telas con que se cubrían la cabeza los sublevados. Una nueva rebelión en la región de Nanjing pondrá fin a la dinastía. Fue durante la dinastía Yuan que dos de los primeros viajeros de Occidente, Marco Polo e Ibn Battutah, conocieron China, quedando ambos profundamente impresionados por lo que vieron.
Dinastía Ming
La inestabilidad en el Norte durante los últimos siglos había trasladado el centro económico de China, desde el valle del río Amarillo al del Yangtze, a cuyas orillas Nanjing, Suzhou y Hangzhou, poco más al Sur eran florecientes centros económicos. Los mongoles habían reparado el Gran Canal, haciéndole llegar hasta Beijing para poder recibir los productos del Sur. Cuando Zhu Yuanzhang tomó el poder en 1368 y fundó la dinastía Ming (1368-1644) estableció su capital en Nanjing, un claro reflejo de la realidad china. El tercer emperador de la dinastía, Chengzu, sin embargo trasladó la capital a Beijing, posiblemente huyendo de las luchas dinásticas. Esto será fatal al final de la dinastía, cuando el derrocamiento de los Ming por los campesinos ponga al alcance de los manchúes una desarmada capital del imperio.
«Al sur de Guizhou, en las provincias de Guangxi y Yunnan, la tensión étnica será continua a lo largo de la dinastía Ming. Los colonos que llegan a Guangxi se encuentran un clima tropical, una administración que abarca poco más que las ciudades y algunos puntos de comunicación importantes, y la resistencia continua de unos nativos. Para gobernar a las propias minorías se mantiene el poder de los tusi o gobernadores locales, que sometidos nominalmente al poder imperial, conservan una autonomía casi completa. La creciente dependencia de las autoridades provinciales en estos tusi para garantizar la paz y el orden en la provincia alimentará las ansias de poder de los más ambiciosos» (Ceinos: Historia breve de China, p. 205).
Durante la dinastía Ming los contactos con el exterior se multiplican. En el siglo XIV, Zheng He, el más famoso navegante comanda 7 flotas de numerosos navíos y miles de hombres, recorriendo los archipiélagos del Sudeste Asiático, la India, Persia, incluso Africa y Australia fueron escalas de sus viajes. Poco después de los viajes de Zheng He, los primeros navegantes portugueses hacían su aparición en las costas chinas. Pronto la presencia de misioneros y comerciantes se haría familiar en las ciudades costeras. Los emperadores Ming no veían con buenos ojos los deseos misioneros de penetrar al interior del país, el propio San Francisco Javier, uno de los más ardientes adalides de esta tarea, moría frente a las costas de China en 1552.
Otro español, el agustino Martín de Rada, estuvo en Fujian en el año 1575, en sus detalladas descripciones se basó el Padre Mendoza, de la misma orden para escribir en 1588 su Historia de China, durante muchos años la obra más importante publicada en Europa sobre el imperio celeste. La llegada del jesuita italiano Mateo Ricci a Beijing, donde consiguió convertir a algunos príncipes y eunucos, facilitó la penetración de los misioneros. Pero la dinastía Ming estaba ya en sus peores momentos. Al gobierno despótico de los últimos emperadores se sumó una participación cada vez mayor de los eunucos en las intrigas de la corte, y un levantamiento popular acabó con ellos en el año 1644.
Trono imperial en la Ciudad Prohibida. Beijing
Dinastía Qing
Los manchúes, que habían establecido su capital en Shenyang, desde donde hostigaban a los chinos, vieron el camino abierto, y tras un paseo militar sobre Beijing instauraron la última dinastía: La dinastía Qing. Al igual que los mongoles unos siglos antes, practicaron una segregación étnica de la población. Con dos de sus emperadores Kangxi y Qianlong, alcanzó China su máxima extensión. Pero su grandeza, basada en la represión militar del pueblo, y especialmente de las minorías étnicas con numerosas guerras contra los Miao, empezó a desmoronarse en cuanto los emperadores se debilitaron. Era la época en que las potencias europeas comenzaron a frecuentar el puerto de Cantón, donde los barcos británicos comerciaban principalmente con seda y té. Para ajustar el déficit comercial contraído con los chinos, que exigían se les pagara en oro, los ingleses comenzaron a introducir en China el opio que cultivaban en la India. El emperador prohibió ese comercio, no sólo por sus nocivos efectos sobre el pueblo, sino porque revertía la balanza comercial, ahora a favor de los británicos, y envió a Cantón al comisionado Lin dispuesto a asegurarse que se cumplían sus órdenes.
La Guerra del Opio. La destrucción de un cargamento de opio inglés en el puerto de Cantón, sirvió de pretexto a los ingleses para atacar Cantón. Es la que se llamó I Guerra del Opio, en la que los atacantes, tras una fácil victoria, impusieron a los chinos el Tratado de Nanking (el primero de los llamados Tratados Desiguales) por el que el gobierno chino indemnizaba a los ingleses por el opio destruido y gastos de la guerra, cedía la isla de Hong Kong, y abría otros 5 puertos al comercio exterior, entre ellos Shanghai. La decadencia de la dinastía Qing era evidente.
Los campesinos cada vez estaban más pobres y explotados. Numerosas revueltas surgieron, la más importante de las cuales fue la liderada por Hong Xiuquan en 1851, que iniciando sus actividades entre los Zhuang, pronto se hizo con el control de gran parte del centro y sur de China estableciendo el Reino Celestial Taiping con capital en Nanjing, que adoptó unas revolucionarias medidas igualitarias. La debilidad imperial fue aprovechada por Francia e Inglaterra que lanzaron la II Guerra del Opio en 1860, aumentando su influencia sobre China. Rusia y Japón aprovecharon también la debilidad de los Qing, agudizada por las intrigas palaciegas de la emperatriz Cixi, que desde la sombra dirigió los últimos años de imperio, y tomaron diversos territorios chinos.
Aunque los primeros movimientos de reforma surgieron a finales del siglo pasado entre una burguesía china que se iba industrializando, la emperatriz Cixi los reprimió con dureza. En 1899 surgió el movimiento patriótico Yi He Tuan (conocido en Occidente como los Boxers por su dominio de las artes marciales), dispuesto a acabar con la influencia extranjera. Sólo provocó una nueva invasión y saqueo de Beijing por parte de las Ocho Potencias, (Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos, Rusia, Japón, Italia y el Imperio Austro-Húngaro). China estaba en ebullición, las ideas occidentales habían penetrado con sus productos, y la corrupción imperial llegaba a su cenit. En el año 1911, los Republicanos, liderados por Sun Yatsen consiguieron acabar con el último emperador, apenas un niño, y con él, con el sistema imperial vigente durante 2.000 años.
La China Moderna
Apenas establecida la República China, las contradicciones entre un Partido Nacionalista sin ninguna fuerza militar, y unos militares sin escrúpulos, provocó que China se viera de nuevo desmembrada entre los diferentes Señores de la Guerra, auténticos reyes de los territorios que controlaban. En medio de ese caos se fundó el 23 de julio de 1921 el Partido Comunista Chino en Shanghai, entre sus fundadores se hallaba Mao Zedong. La influencia de los comunistas entre unos campesinos depauperados creció rápidamente. Poco después Chiang Kaishek se hizo con el control del Partido Nacionalista, sometiendo a los señores de la guerra, de tal forma que, a principios de la década de los 30, las dos fuerzas principales de China eran estos dos partidos.
Una ofensiva nacionalista en 1934 obligó a los comunistas a abandonar sus bases en Jiangxi, y realizar la Larga Marcha, que a través de 12.000 kilómetros les llevaría a su refugio en Yan’an, cerca de Xi’an. Allí se fraguaron las principales teorías militares que Mao pondría en práctica para conquistar el poder. Los enfrentamientos entre comunistas y nacionalistas cesaron en 1937, ante la invasión de Japón. En dos años Japón se hizo con el control de toda la línea costera de China, tomando Nanjing, donde masacró a la población civil, y bombardeando las zonas de importancia fuera de su alcance. Ni los nacionalistas quisieron enfrentarse al ejército japonés, ni los comunistas pudieron. Japón fue derrotado por Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial, y sólo entonces abandonó China, en el bando aliado. Comunistas y nacionalistas se enfrentaron de nuevo hasta que los segundos fueron derrotados refugiándose Chiang Kaishek con los restos de su ejército, en Taiwán.
República Popular China. El 1 de octubre de 1949. Desde la Puerta de Tian’anmen, en Beijing, Mao Zedong proclamaba la fundación de la República Popular China. Se confiscaron las tierras de los terratenientes distribuyéndolas entre los campesinos carentes. Se promovió la creación de una industria, y durante los 10 años siguientes la situación fue mejorando bajo la dirección del Partido Comunista, que mantenía un férreo control sobre los recursos del estado. Una relajación del control sobre los medios de comunicación, en 1957, llevó a graves denuncias de los intelectuales sobre la corrupción en el Partido, la censura, el aislamiento intelectual del país. Los críticos fueron acusados de derechistas y sufrieron una dura represión en campos de reeducación.
El país avanzaba a saltos de dudoso resultado. Los sueños de Mao por alcanzar la producción industrial de los países desarrollados en unos años llevaron a la locura del Gran Salto Adelante, cuando el abandono de la producción agrícola mató de hambre a millones de personas. Unas políticas más realistas permitieron la mejora de la economía durante los años siguientes, a pesar de las graves inundaciones y la retirada de la ayuda soviética en 1960. Pero Mao parecía haber perdido protagonismo dentro del partido y en el propio Gobierno. En un intento de recuperar el poder, Mao lanzó en 1966, de nuevo desde Tian’anmen, la Revolución Cultural. Había que devolver al país la pureza del comunismo, y los propios cuadros del Partido fueron purgados, muchos de ellos sufrieron en la cárcel, como Deng Xiao Ping, o fueron enviados a centros de reeducación en el campo. La misma suerte siguieron los profesores, directores de empresas, médicos, ingenieros, y cuantos tuvieran una posición destacada. Se animó a los niños a denunciar a sus padres, los maridos a sus mujeres, y los amigos entre sí. Toda China se sumió en el caos durante unos años. La pesadilla sólo acabó con la muerte de Mao en 1976.
A mediados de 1977, Deng Xiaoping volvió al poder. Un líder que ya había demostrado su pragmatismo en la década de los 60 impulsó que en 1978, durante la Tercera Sesión del XI Comité Central del Partido Comunista Chino se dieran los pasos para iniciar la política de reforma y apertura al exterior. Las reformas empezaron por los campesinos. Las comunas populares instauradas durante la Revolución Cultural fueron abolidas, se promovió la iniciativa privada y el uso particular de la tierra. Los resultados fueron espectaculares. A la reforma agrícola siguió la industrial, financiera, transformando por completo la vida de los chinos en unos años.
Pero no todo han sido buenas noticias. Las reformas económicas llegaron acompañadas de buenas dosis de corrupción, nepotismo e inflación. En 1989, los funerales por el desaparecido líder Hu Yaobang degeneraron en una manifestación de más de 150.000 personas a favor de la democracia. Durante los días siguientes la agitación fue en aumento. Numerosos estudiantes y descontentos con el paso de la modernización llegaron a Beijing, acampando muchos en Tian’anmen. La agitación iba en aumento. Numerosos sectores de la población se identificaron con las demandas de los estudiantes. Trabajadores, independientes e incluso la policía apoyaban sus reivindicaciones. En la noche del 4 de junio, unidades del ejército entraban en Beijing y atacaban a los manifestantes. ¿Cuantos murieron? Cientos de personas, miles. Nadie lo sabe. China volvió a encerrarse en sí misma durante el resto del año. Luego las reformas económicas se aceleraron. Sigue existiendo corrupción y graves contradicciones sociales: paro, emigración a las ciudades, pero la economía de mercado socialista propugnada en 1993 está elevando el nivel de vida de los chinos.
Pedro Ceinos Arcones. es autor de «Historia breve de China» Editada por Silex Ediciones. Agotada y publicada ahora como Historia Mínima de China. Ahora en Kindle desde sólo 2,,99€ (Ya sabéis que los ebooks de Kindle también se pueden leer en el ordenador)
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