La tierra de las mujeres

 

Yang Erche Namu y Christie Mathieu.- La tierra de las mujeres. Lumen. 2004.

Conocí a Namu antes de haberla conocido. Tal vez sea una de las prerrogativas de los personajes heroicos el don de ser conocidos antes del primer encuentro. Ciertamente, por extraño que le parezca al que no haya vivido en Pekín una temporada, esta enorme ciudad de 12 millones de habitantes es un pequeño pueblo, al menos en lo que se refiere a la vida social de los extranjeros y los chinos que se relacionan con ellos, pues por mucho que uno intente mantenerse apartado de las actividades más banales, siempre hay algún compromiso para asistir a cualquier tipo de actividad comercial o cultural, donde invariablemente se encuentra uno con las mismas caras con las que se lleva tropezando desde tiempo inmemorial.

En este caso, nuestros primeros encuentros, antes de conocernos, no fueron debido a ninguna de estas actividades comunes en Pekín, sino al simple hecho de que éramos vecinos, su casa distaba menos de 50 metros de la mía, y en alguna ocasión debimos de encontrarnos por la vecindad, en el mercado o en alguna de las cafeterías de las calles cercanas. Por supuesto que en esas primeras ocasiones ni yo sabía quién era ella, ni ella sabía quién era yo. Y sólo años más tarde, después de haber visitado su casa y encontrarnos en persona, supimos que nos conocíamos desde la noche de los tiempos.

Del personaje Namu, de la heroína que admiran todas las niñas de Yunnan, supe desde la primera vez que visité esta provincia. Pues ya en aquella época, los libros como "Saliendo del reino de las mujeres (zou chu nuer guo)" o "Volviendo al reino de las mujeres (zuo hui nuer guo)", en los que narraba sus primeros años de vida y sus experiencias en la gran ciudad hasta convertirse en una cantante famosa, eran un éxito de ventas, y se encontraban en todas las librerías, e incluso en centros turísticos y el aeropuerto.

Aunque aún no nos conocíamos, tuve la fortuna de disfrutar la hospitalidad de la casa de su madre durante mi segundo viaje a Yunnan, pues por aquella época ya teníamos algunos amigos en común, que cuando supieron que viajaba a las lejanas tierras del Lago Lugu, me aconsejaron hablara con ella. Como si el destino jugara al escondite con nosotros, ella abandonó la casa de su madre el día anterior a mi llegada, por lo que tampoco pudimos conocernos esta vez. Nos tuvimos que contentar con una conversación telefónica y la hospitalidad de su familia, que me permitió conocer los ambientes que narra en su libro y las personas protagonistas de la historia de su vida, antes de conocerla a ella misma.

En el tiempo pasado entre mi primera y segunda visita a su lugar de nacimiento, el bello Lago Lugu, hogar de estos Moso, famosos por su sociedad matriarcal, Namu se había transformado de ser una cantante famosa a ser una escritora famosa. La historia de la mujer que naciendo el las aisladas montañas que separan la provincia de Sichuan de la de Yunnan, había conseguido alcanzar fama y renombre internacional, llenaba los corazones de las muchachas de China con más energía que sus melódicas canciones. Ahora los títulos eran "Las chicas pueden (Nuer neng)", "Las chicas viajan (nuer you)" o "Tu también puedes (Ni ye keyi)". En cada aldea las jovencitas devoraban con interés los detalles de su vida, soñando con que algún día tendrían la oportunidad de imitarla. El éxito de sus libros hizo que por entonces, su presencia en los medios de comunicación se convirtiera en algo cotidiano, desde la pequeña pantalla Namu desplegaba con naturalidad su receta para el triunfo, ante unas espectadoras que anhelaban esperanzas.

Su fama ciertamente ha traspasado fronteras, y la versión internacional de la historia de su vida, escrita en colaboración con la antropóloga Christine Mathieu, ha sido traducida a más de doce idiomas, entre ellos al español, donde hemos visto como su libro, que trata de la vida de una mujer, que pertenece a una pequeña minoría, ni siquiera reconocida en su propio país, se convertía en el primer libro sobre una minoría de China traducido al castellano.

Y eso es importante, porque la historia de Namu no se puede desligar de ninguna forma de la historia de su pueblo, y a lo largo de su carrera estelar, Namu se ha convertido en una adalid de los derechos de los Moso, entre ellos, el más importante, el de ser reconocidos como tal por las autoridades chinas. Lógicamente ella no ha estado sola en esta tarea, resultado de la cual es el éxito parcial de ver cómo los moso han sido reconocidos al menos por el gobierno provincial de Yunnan como una entidad étnica independiente.

El libro que nos concierne, resumen de sus experiencias antes de salir del Lago Lugu, y posteriormente en los lugares en los que se va fraguando su salto a la fama, resulta interesante por muchos motivos.

En primer lugar es una narración que nos muestra algunas de las costumbres particulares de estos moso, que como hemos mencionado son famosos por su sistema matriarcal, en el que las familias están dirigidas por mujeres. La vida cotidiana de las personas, las relaciones en el interior de la familia, con los hombres, sus labores de producción, su nivel económico en los años 70, se va perfilando a lo largo del libro. En ese aspecto la descripción de las primeras etapas de su vida, que de alguna forma le van marcando como alguien especial, y a la vez alguien con dificultad para adaptarse a la vida tradicional de los Moso, está llena de sabor. Su mención de algunas costumbres locales, como la causa que lleva a su madre a separarse de la familia de su abuela, o el rito de iniciación de las muchachas, tiene tanto interés etnológico como humano.

En segundo lugar nos da una idea de la vida en las remotas montañas donde viven los moso, las relaciones cotidianas entre las personas, y las costumbres de los mismos, así como las relaciones con los pueblos vecinos, como los Yi, los Tibetanos, los chinos o los Naxi.

En tercer lugar nos abre la puerta a las expectativas de futuro entre las personas de lugares remotos, no sólo de las minorías, sino de cualquier China campesina, para que las grandes ciudades como Pekín o Shanghai, eran un sueño. En eso radica el éxito de su libro en China, y es la razón de su traducción a numerosos idiomas occidentales, no en que narre la historia de una niña moso, sino que nos cuenta la historia de una pobre niña campesina, que vive asilada en las montañas, y que gracias a su fuerza de voluntad, aprovecha cuanta oportunidad se presenta, hasta conseguir triunfar.

El libro es tierno, y a la vez es tremendamente duro. Tierno, tal vez por la sinceridad con la que está narrada la historia de esta mujer excepcional. Duro por el ambiente en que tiene que desenvolverse, en el que el espacio al romanticismo parece no existir. Tanto la protagonista como los personajes que aparecen relacionados con ella se mueven en una sociedad de férreas estructuras, a la que las personas sólo tienen la posibilidad de adaptarse, o chocar continuamente contra ellas. El libro está lleno de ilusiones y de decepciones, las que sufre cada personaje cuando confronta sus expectativas con la realidad. La relación epistolar con el también escritor Moso Lamu Gatusa, resulta patética, con un patetismo que encaja perfectamente en la gris realidad del momento.

A lo largo de toda la obra se percibe un crescendo, seguramente debido a la mano de Christine Mathieu, en el que cada una de sus experiencias infantiles y juveniles es como una etapa en la larga formación de la heroína, de tal forma, que al contemplar de forma retrospectiva los años que pasa con su tío cuidando yaks, o el tempo que pasa sirviendo a los maestros en la escuela, adquieren un carácter épico.

Realmente este libro aporta tanto sobre la sociedad china de los años 70 y 80 del siglo XX, como sobre la sociedad moso y sobre la propia autora. No en vano ella misma está inmersa tanto en la primera como en la segunda.

A través de su historia podemos conocer la historia de China, esa historia reciente en la que tanta falta hace documentos personales como el que proporciona este libro.

Pedro Ceinos Arcones


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