El culto al buey celeste entre los Nama |
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Los Nama, se separaron de los Bai hace unos siete siglos. Piensan que todas las cosas tienen su alma, y practican un culto a la naturaleza semejante al que practicaban los Bai en el pasado. Pues al haber vivido en un gran aislamiento, conservan tradiciones ya desaparecidas entre los Bai. Uno de los cultos más interesantes de los Nama es el culto al buey celestial, al que se considera capaz de prevenir los desastres, proteger la seguridad de la aldea, la paz con los vecinos, la prosperidad de los cultivos y de del ganado. Ellos piensan que el buey es un intermediario entre los hombres y el dios del cielo. Y realizan un sacrificio ritual para que el buey suba al cielo a llevar sus peticiones al dios. Estas ceremonias están en el centro de la vida espiritual de los Nama, así como de su vida social. Pues el día que se celebra el sacrificio del buey del cielo, todos participan en un ambiente festivo, del que nadie queda excluido. Los ancianos recordando los tiempos antiguos, las mujeres preparando la comida, los jóvenes compitiendo por realizar el sacrificio, los niños observando todo y jugueteando entre medias. Además es el punto central en la vida espiritual de los Nama, que creen que no sólo los bueyes, sino otros muchos fenómenos de la naturaleza, tienen su propio dios. Y allí, en medio de todos ellos, está el hombre. Para los Nama, cuando una persona muere, su cuerpo muere, pero no su alma, que permanece igual que cuando la persona estaba viva. En el sacrificio, presidido por un chamán o sacerdote, participa toda la aldea. Se suele celebrar en el sexto mes cuando se empiezan a preparar los trabajos del campo. Se compra un buey amarillo que después de las ceremonias adecuadas se convierte en un buey celestial. Durante unos días disfruta de privilegios importantes, como moverse en libertad comiendo lo que quiere, aunque sea de los sembrados de la gente, sin que nadie le moleste ni le pegue. Si algún niño, sin entender su carácter sagrado le pega, la gente de su casa le lleva ante el buey donde expresa su culpa y es castigado, ofreciendo un regalo al buey. El día del sacrificio, por la mañana cada familia lleva vino, arroz y verduras a la plaza del buey celestial. Los sacerdotes cuelgan de sus cuernos un paño rojo que se supone le mostrará el camino, y le llevan a la plaza, donde cuatro jóvenes atan sus patas. Mientras el chamán quema incienso y reza sus plegarias, los jóvenes atan el buey a una rama matándole de un cuchillazo en el cuello. Entonces el chamán dice: "No temas, no es que queramos tu vida, es que el dios del cielo quiere que tú subas a informarle. Ese es el designio del dios, que nosotros no nos atrevemos a desobedecer. Ve del cielo. Cuando llegues di al dios buenas cosas acerca de nosotros. Ayúdanos en nuestros asuntos y pide al dios del cielo que proteja nuestros cultivos, nuestros ganados y la armonía y la paz de la aldea." Entonces se despelleja al buey y se recompensa al chamán con la piel, la cabeza y las entrañas. Lo demás se reparte entre las familias. En la misma plaza la gente se reúne haciendo fuegos donde asa su carne, e incluso la gente que habitualmente no come carne de buey, esta vez la comerá porque es la carne del buey celestial. En el siglo XVIII, con la llegada de los cultos Benzhu típicos de los Bai a esta región, ambos cultos se fundieron, y en algunas aldeas, al construirse los primeros templos de los señores de la tierra (Benzhu), se incluyó en ellos al buey del cielo, muchas veces como principal objeto de culto. En otras ocasiones, el nuevo culto sustituyó al del buey celestial. Otras veces, la presión económica que suponía el sacrificio del buey hizo que el culto al buey del cielo se transformara en el culto al cerdo del cielo. En el que el cerdo asumía todas las responsabilidades que como intermediario celestial, anteriormente había asumido el buey. El gasto tampoco era muy grande, pues estos sacrificios se celebraban una vez al año en las aldeas con mucha población, y una vez cada dos o tres años, en las de menor. Se cree que estas ceremonias podrían tener unos efectos terapéuticos importantes. En primer lugar porque la alimentación de estos pueblos, cazadores y con una agricultura muy limitada, era generalmente deficiente. Por lo que al sacrificar un buey y repartir su carne entre la gente, se proporcionaba a cada persona una importante ingesta de proteínas. En segundo lugar está el efecto que la propia fiesta, con su aspecto religioso puede tener sobre los creyentes, efectos sugestivos tan importantes que en medicina ya se conocen como efecto placebo. No cabe duda que una catarsis psicológica acompañada de una ingestión extra de proteínas, especialmente entre pueblos que las consumen escasamente habitualmente, debe tener unos buenos efectos.
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