Tres dramas chinos |
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Alicia Relinque
Eleta.- Tres dramas chinos. Gredos. 2004 De los varios oficios relacionados con la literatura, traducir tal vez sea el más ingrato. Pues no solamente durante la producción se ve el artista, pues generalmente los traductores también son artistas, compelido a controlar sus impulsos para mejorar, explicar, o simplificar el texto al que se enfrenta, sino que una vez su trabajo terminado su nombre aparecerá, con suerte, en letra pequeña, en la segunda o tercera página de la obra a la que ha dedicado una buena parte de su vida, recibiendo como única recompensa un pequeño puñado de dólares y otro de críticas. Pues invariablemente habrá algunos a los que no les gustará la selección de la obra, a otros el enfoque les parecerá demasiado objetivo, o en otros casos demasiado personalista. Los hay que no están de acuerdo en la interpretación dada a un sólo término, del que hacen palanca para intentar cargarse toda una obra, otros, que en un momento de iluminación han conseguido traducir con acierto una frase o un párrafo, desdeñan al traductor que ha dedicado meses el estudio de la obra por no darle la misma interpretación. Se que muchos traductores honrados duermen con una tablilla debajo de su almohada, en la que está inscrito: "Traducir es traicionar", y a pesar de ello dedican gran parte de su vida a verter en nuestra lengua las obras más importantes de culturas distintas y distantes. Sé que algunos de ellos se despiertan en mitad de la noche, leen la tablilla una vez más y se plantean si toda su vida no está dedicada a un vano esfuerzo, si toda su obra, que surge por la admiración a esos autores desconocidos entre sus compatriotas, no es más que una enorme traición al autor admirado. Si además de traducir hay que realizar una selección entre un buen número de obras maestras para presentarlas a un público que las desconoce por completo, la tarea es aún más compleja. Pues no sólo exige el conocimiento de las obras del período a traducir, sino la sangre fría de poder desdeñar, aunque sea momentáneamente, la traducción de obras que se consideran absolutamente deliciosas. La obra que nos ocupa es la primera traducción que se realiza nuestra lengua de las obras más importantes del teatro chino. Es, a la vez, la primera obra con la que la Editorial Gredos, famosa ya en el mundo hispano por sus traducciones de los clásicos grecolatinos, hace una incursión en los clásicos de Oriente. Hablar del teatro chino es hablar del teatro de la dinastía Yuan. La dinastía Yuan fue la dinastía establecida por los mongoles de Kublai Khan. Durante su breve duración, menos de cien años (1279-1368), el género literario que floreció con mayor vigor fue precisamente el teatro. Los críticos chinos, aseguran que la escasa cultura de los mongoles les impedía disfrutar de las más elaboradas producciones literarias de la tradición china, prefiriendo en cambio las representaciones teatrales. Sea como fuera, gracias a ese gusto por el juego, por la complicidad, por la música y la alegría, algunos autores nos han legado obras que están entre las más selectas del teatro universal. Otro punto de reflexión interesante para estos críticos chauvinistas que sólo ven la historia de China como el esfuerzo continuado de la tradición mayoritaria, una cultura según ellos tan fuerte que absorbe sin dejar huella incluso las conquistas militares por mongoles y manchúes, es el comprobar que algunos de los géneros literarios más vivos e interesantes de la tradición china, surgen precisamente cuando las minorías toman el poder y su influencia cultural se siente por doquier. Así se habla continuamente de la poesía Tang, y a veces parece olvidarse que la dinastía Tang era de origen turco, y que durante su tiempo las influencias de las poesías y músicas de Asia Central modifican por completo la tradición poética china. En cuanto al teatro vemos que precisamente es bajo la dominación e influencia de los mongoles cuando florece con más fuerza. Esta obra incluye tres dramas de estas fechas. Una selección que no puede menos que parecernos acertada, ya que cada uno de estos dramas parece reflejar un estilo, una temática y un autor diferente. El primero de ellos, "El huérfano de los Zhao" de Ji Junxiang, es una de las obras dramáticas chinas que más llamó la atención en Occidente. De hecho, el propio Voltaire ya escribió una adaptación francesa en el siglo XVIII. Esta obra, aunque enmarcada en un momento muy concreto de la historia de China, es uno de los relatos más universales de sus historia. Este huérfano, que sigue todos los pasos señalados por Otto Rank en "El Mito del Nacimiento del Héroe" 1. El infante es descendientes de parientes nobles o divinos. Es hijo aquí de un ministro. 2. Pasa por dificultades extraordinarias durante su nacimiento. Efectivamente toda su familia,excepto su madre, es asesinada. 3. El niño es alejado de su ambiente. Se refugia en el bosque en casa de un viajo leal. 4. El niño es rescatado. 5. Al final, el héroe vuelve al lugar que le corresponde,destronando a su padre adoptivo y ocupando su lugar. El preciso paralelismo con este modelo universal hace que la narración esté llena de escenas que nos resultan familiares, especialmente con el destino de Edipo, y el nacimiento de Cristo, con la matanza de Herodes incluída. Esa obra nos invita por tanto a reflexionar sobre la posibilidad de la existencia de sucesos arquetípicos que residen desde tiempos memorial en la mente de la humanidad. Es la segunda de estas obras, "La injusticia contra Dou E", de Guan Hanqing, tal vez se puede decir que es la que tenga un sabor más auténticamente chino. Un gran drama que pone al descubierto los más oscuros rincones de la maldad humana. La tragedia se encadena desde el principio de la obra hasta su desarrollo final, y ni siquiera la luz de justicia, iluminada no por casualidad de una cierta aura mágica, consigue detenerla, El desarrollo de este drama refleja de la forma más brutal de la sociedad china, no sólo en el siglo XIII, sino de esa constante durante largos periodos de la historia China, sino en las variables relaciones de poder entre las personas, que parecen situadas siempre en un límite, en el que ninguna oportunidad de beneficiarse se pudiera desaprovechar. La tercera de las obras que nos ocupa, "La Historia del Ala Oeste" de Wang Shufu, es una obra drama de carácter romántico, considerada por algunos autores como "El Romeo y Julieta" de la cultura china. Una obra innovadora tanto en el tema como en el tratamiento que hace del mismo. Al poner las emociones personales y los sentimientos por primera vez en un nivel superior al de las consideraciones sociales.. Si bien la elección de las obras parece de lo más acertada, su tradición no lo es menos. La lectura sólo se ve interrumpida por las notas innecesarias para entender algunos términos y personajes que de otra forma sería imposible. El lenguaje es sencillo y preciso, permitiendo al lector leer las páginas con placer, disfrutando de los momentos álgidos de la trama y el ritmo de la acción propuesta por los autores. Bajo esa traducción cálida de la profesora Alicia Relinque Eleta, el miedo con el que algunas veces nos acercamos a los clásicos de culturas tan diferentes desaparece por completo, siendo sustituido por un interés genuino que refleja la talla del verdadero traductor. Hemos empezado hablando de las contradicciones a las que se encuentra el traductor cuando se enfrenta a una nueva obra. Después del reflexionar sobre estas tres obras tan lejanas en el tiempo y espacio, y la forma en la que han sido vertidas a nuestro idioma, no nos queda más remedio que constatar que esas contradicciones sólo la supera el amor. El amor por el idioma propio y por el idioma a traducir, el amor por el lector y por el autor, el amor en definitiva por esa causa que parece estar desapareciendo entre los éxitos fáciles del mercado, por la buena literatura. Por la literatura inmortal. Pedro Ceinos Arcones |
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