El sorgo Rojo

Mo Yan

 


Leí el Sorgo Rojo hace unos años y ciertamente me produjo sensaciones encontradas. Por una parte el libro se leía con facilidad, a pesar de su extensión lo acabé en un tiempo relativamente breve, por otra, sentía mucho más interés por los hechos en el libro descrito, que por la forma en que estaban descritos. Esto me ha hecho recibir con sorpresa la noticia del Premio Nobel de Literatura a este escritor, más no habiendo leído más que una de sus obras, y además como traducción de otra traducción, difícil me es juzgar si su estilo literario acompaña al interés, descubierto, en esta su novela.

La acción de El Sorgo Rojo discurre en una pequeña aldea de la provincia de Shandong, la provincia natal del propio escritor. Esto garantiza al lector que va penetrar en las pequeñas cosas de la vida, en el seno de una familia propietaria de una bodega. Se ambienta por otra parte en los primeros años de control japonés de la zona, en los que su ejército es todavía uno más, de la multitud de fuerzas locales en continua  pugna por el poder. La encuadra por esta parte en el acontecimiento nacional que supuso la invasión japonesa de China e incluso en la Segunda Guerra Mundial, de la que él mismo forma parte.

La historia comienza con el rapto, tras un bonito ejercicio de violencia, de una novia por el protagonista de la obra. Esa violencia inicial es capaz sin embargo de instalarse en la pacifica cotidianidad de la bodega. Pero esa cotidianidad no tiene posibilidad de perdurar en un mundo, en el que como dijo Mao Zedong: “El poder emana del cañón de un fusil”.

Los conflictos son continuos en la aldea que el lector contempla, abiertamente se presentan como una lucha por adquirir poder,  que no representa ninguna ideología. Pero los conflictos entre las facciones chinas, parecen todavía ancladas en una violencia atávica inherente al país, de alguna forma son flexibles, son combatibles, pueden ser superados, mientras que la violencia de los japoneses es una violencia extrema, de una ejemplaridad y crueldad exagerada, algo que se lleva por delante todo lo que encuentra.

El relato de las vidas y las relaciones de los protagonistas se va truncando en medio de estas fuerzas históricas que arrasan con todo, dejando sólo una colección de historias a medias. Y si esa discontinuidad en unas historias, detenidas por la fuerza de las armas, deja al lector en cierta forma frustrado, le permite entender, vivir casi el mismo, en el afecto depositado en los protagonistas, la historia reciente de China.

Mientras que repito, literariamente, la obra no me parece una obra maestra, su lectura se hace casi obligatoria para todo aquel que desee comprender la China actual. Pues es precisamente en ese panorama de violencia  extrema e indiscriminada entre los propios chinos y de los japoneses contra los chinos, en donde surge la necesidad casi histórica de la ascensión al poder del Partido Comunista Chino. Y ha sido precisamente, a pesar de los errores reconocidos o no, cometidos durante el gobierno comunista, el recuerdo de esta situación caótica y violenta, lo que le ha brindado un masivo apoyo por amplios espectros de la sociedad china, especialmente de esas clases populares que durante tanto tiempo han sufrido la violencia de los de arriba

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