La silenciosa conquista China

Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araujo. La Silenciosa conquista China. Crítica. 2011

En los últimos años las empresas chinas han iniciado una fase de expansión al exterior, caracterizada entre otras cosas, por la conquista de los mercados de los países más pobres, aquellos en los que las empresas occidentales, por las dificultades de la logística y las escasas expectativas de beneficios, habían dejado un poco de lado en sus planes de expansión. De tal forma que cualquier lector interesado por la información relativa a China se ve sorprendido por las continuas noticias que hablan de la compra de los derechos de explotación de cierta empresa en determinado país, de la puesta en marcha de determinados proyectos en otros países, o del incremento de las relaciones bilaterales entre China y algún país africano o americano. Pocas veces encontraba oportunidad el lector de profundizar un poco más en esta serie de sucesos puntuales que poco a poco iban tejiendo la gran red de influencia china en el exterior, y mucho menos de conseguir una visión general de estos procesos, con sus diferentes manifestaciones, características y particularidades.

El libro de Cardenal y Araujo viene precisamente a llenar ese hueco, a presentar en primer lugar una visión general de esas notas dispersas que se iban aposentando desordenadas en la memoria de los lectores, a caracterizar en segundo lugar, haciendo especial hincapié en las historias humanas, personales, del chino y el otro, la naturaleza de esas noticias, poniendo rostro a unos números generalmente amorfos que poco sirven para dar significado a las realidades que se encuentran tras ellos, y en tercer lugar a enfatizar las diferencias de este mundo que algunos piensan global solo porque los capitales y especuladores actúen en el presente a nivel intercontinental.

Para ello han realizado un trabajo inmenso de documentación. Visitando más de 25 países en los que la presencia china toma diferentes formas, presentan al lector las diferentes modalidades que tiene esa “Silenciosa Conquista China” como se denomina el libro, así como el espíritu semejante que se puede encontrar en todas ellas. Analizando la historia de esa presencia china en los distintos países, la relación con la propia China y con la sociedad civil de estos países, van presentando una imagen rica, mucho más rica en mi opinión de lo que el libro aparenta inicialmente. Eso es debido a que el estilo periodístico utilizado por los autores en la presentación a lo largo de la obra, con un rigor que anteponen a sus opiniones o conclusiones personales, convierten al libro en una riquísima fuente de datos, y una herramienta útil, de obligada lectura casi en cualquier estamento con capacidad de decisión sobre cómo será nuestro futuro, para conocer los éxitos del modelo chino, y sus miserias. Entre los primeros habría que destacar un apoyo claro a sus empresas, lo que les permite acometer proyectos desechados por empresas occidentales, una capacidad de sacrificio ejemplar, una solidaridad entre las personas de la misma familia o de familias relacionadas que permite en muchos casos a los emigrantes superponerse  a las dificultades de los primeros tiempos de la emigración, y establecerse en los países de llegada. 

Aprovechar oportunidades como las creadas por el chantaje de Rusia a Kazanshtan para asegurarse su suministro de petróleo, no cabe duda que, con todos los problemas, es un ejemplo del todos ganan que predica el gobierno; mantener unas relaciones comerciales con Irán, sin ceder al chantaje de los Estados Unidos, que obliga a creer al mundo occidental que el peligro en Medio Oriente son los iraníes, mientras que son ellos mismos los mayores causantes de inestabilidad en la región, sugiere que si otros gobiernos occidentales se hubieran entregado a una defensa más activa de los intereses de sus empresas, se podrían haber alcanzado fórmulas de compromiso mediante las que algunas empresas podrían haber conservado parte de su negocio. En otras palabras, algunos de los ejemplos mostrados en el libro señalan las tendencias que podrían producirse en ese mundo multipolar del que continuamente hablan los chinos.

Por desgracia, la otra parte de la obra, muestra los peligros de dejar que ese  mundo multipolar se diseñe de nuevo en función de las anónimas fuerzas de los mercados, unas fuerzas anónimas a las que no es difícil ponerles cara en los consejos de administración de los grandes bancos y compañías, así como en sectores claves de algunos gobiernos. El triste recorrido por la corrupción que suele acompañar los proyectos chinos en el exterior, su desprecio por los derechos de los trabajadores y por el medio ambiente recuerda demasiado a los informes que se leían hasta hace poco, y se siguen leyendo, sobre la actuación de las multinacionales occidentales en el Tercer Mundo. No obstante, con varias diferencias importantes, algunas positivas y otras claramente negativas, entre las positivas están el enorme desarrollo de las infraestructuras que se está produciendo, especialmente en África, como consecuencia de las inversiones chinas, entre las negativas, que se está intentando exportar al resto del tercer mundo lo peor del país oriental, la opresión a los trabajadores (tanto chinos como locales), el desprecio a los derechos más elementales de los personas y especialmente la ausencia de mecanismos de control en China sobre las actividades de sus empresas, así como de influir en sus decisiones. En ese aspecto las revelaciones contenidas en el libro de Cardenal y Araujo, cuya traducción al inglés está próxima, deberían de considerarse como un tirón de orejas a los representantes de los gobiernos que, sólo por satisfacer su propio interés, están permitiendo el expolio de sus recursos naturales sin las contrapartidas que podrían conseguir.

No obstante, cargar toda la culpa sobre las empresas, instituciones y administración china, no me parece del todo justo, pues parece exonerar a Occidente de su responsabilidad. En este mundo global, a las empresas occidentales les sale rentable que los chinos hagan el trabajo más sucio, efectivamente lejos del escrutinio de un público cada vez más concienciado, y les vendan los productos que ellos desean ya terminados, para con sus complejas redes de comercialización, llevarse el beneficio del león sin mancharse las manos.

La publicación de este libro, en lo que puede considerarse como el fin del trabajo de los periodistas, al menos en esta fase, debería convertirse, por la abundancia de datos que proporciona y situaciones que describe, el principio de una nueva visión del mundo que nos rodea, un mundo en el que el papel de China no puede ser ya ignorado, en el que la relación entre los países ricos y los pobres deja de ser la contradicción fundamental, siendo sustituida por la relación entre pobres y pobres, o entre las elites económicas y políticas de países considerados en vías de desarrollo, unidas por sus intereses de mantener la opresión a sus propias poblaciones, y de las formas en que el capitalismo global (del que China es una parte cada vez más importante) mantiene la explotación de los países más pobres.

Tal vez uno de los datos más esperanzadores encontrados en el libro es descubrir que la explotación económica de los países más pobres se desarrolla especialmente mediante la corrupción de las elites nacionales y locales, pero sin un recurso a la violencia. Si esta diferencia, que se puede comparar favorablemente con los millones de muertos causados durante las décadas en las que Estados Unidos y Occidente se aseguraron, a veces por la violencia, el suministro de materias primas consideradas como básicas por ellos mismos para mantener su bienestar, cuyo ejemplo más reciente ha sido la destrucción de Iraq y Afganistán, se convierte en una de las características de la ascensión china, es al fin y al cabo, un motivo de esperanza. En muchos de los países visitados por los autores gobiernan gobiernos al menos nominalmente democráticos, y si la opresión que llevan las corporaciones chinas alcanza cierto límite, no cabe duda que los gobiernos pagarán por ello en las urnas.

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