Cuando China domine en mundo


When China rules the World. Martin Jacques. Allen Lane. 2009

En medio de los numerosos libros destinados a analizar la situación actual de China, éste va aún más lejos, y basándose en la ascensión de China durante los últimos 30 años y la decadencia de los Estados Unidos durante la última década para sugerir que tarde o temprano China sustituirá a los Estados Unidos como única potencia global. La tesis del libro es interesante pues, aunque muchos quieran cerrar los ojos y considerar que el crecimiento chino está condenado al fracaso si no adopta una estructura política semejante a las democracias occidentales, no hay ninguna razón que avale ese pensamiento. Al contrario, los ejemplos de los países asiáticos más desarrollados, Japón y Corea, muestran que, aunque hayan adoptado exteriormente algunas de las instituciones centrales a las democracias occidentales, el funcionamiento de las mismas es, sin embargo, completamente diferente al de occidente. La segunda consideración interesante es que la ascensión de China al liderazgo mundial vendrá acompañada por una transformación o sustitución de las instituciones internacionales creadas al servicio del liderazgo americano, como el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, o G-8, y de hecho en los últimos tiempos hemos visto como el G-8 perdía protagonismo a favor del G-20, en el que están presentes China y otros países en vías de desarrollo, y cada vez más aspectos de la política internacional se negociaban a espaldas de las instituciones avaladas por el mundo occidental, una de los ejemplos más patentes fueron las negociaciones sobre el cambio climático en Copenhague, en las que las decisiones reales se tomaron por parte de China y otros cuantos países al margen de las asambleas que representaban a la mayoría de los países del mundo. La posibilidad de que China tome el liderazgo mundial es desdramatizada recordando la importancia que tuvo este país hasta comenzar su decadencia hace apenas 200 años, y la brevedad y coyunturalidad de la dominación británica y luego americana durante la segunda mitad del siglo XIX y el siglo XX.

Una vez establecida la posibilidad, en algunos pasajes casi diría la inevitabilidad de la ascensión de China al liderazgo mundial, Martin Jacques propone que esa ascensión se verá acompañada de una transformación de las relaciones e instituciones internacionales que se adapten mejor a los intereses de la nueva potencia, para ello intenta caracterizar los aspectos de la civilización china que más difieren de la occidental, destacando que China no puede ser considerado una nación estado convencional sino una civilización estado, en la que la pertenencia o no al mismo desborda las fronteras geográficas convencionales, aceptadas a regañadientes por la presión de las potencias occidentales; el establecimiento de un sistema tributario de relaciones internacionales, semejante al establecido por China con sus países vecinos a lo largo de su historia, la importancia de la unidad racial en esa civilización, el sentido de devenir histórico que comparten los integrantes de la civilización china, así como su convencimiento de superioridad respecto al resto del mundo lo que les haría merecedores de recuperar ese liderazgo mundial que disfrutaron durante gran parte de su historia. Su combinación de regiones desarrolladas y otras en desarrollo, su tamaño continental, su capacidad de seguir caminos alternativos en busca de su propia modernidad, son igualmente enfatizados a lo largo del texto.

El mayor valor de esta obra es que reúne numerosos datos dispersos en distintos libros y publicaciones, de hecho, siguiendo la actualidad y política chinas desde hace 20 años, pocos han sido los datos que me resultaran desconocidos, y construye en base a ellos un futuro que parece inevitable. La consciencia de que la ascendencia económica china se verá acompañada por una mayor importancia política y militar, tan frecuentemente ignorada, es cada vez más evidente; la realidad de que la adopción de las instituciones políticas occidentales, cada vez más contestadas por la propia población de Occidente por el descubrimiento de que fueron creadas para servir los intereses de las clases poderosas, no son el pasaporte al desarrollo económico y la modernidad, es repetida una y otra vez a lo largo de esta obra. Los esfuerzos por caracterizar cómo será ese mundo liderado por China, son importantes, a pesar de sus fallos, por su novedad, aunque seguramente podrán ser definidos con más precisión en obras posteriores.

El principal defecto del libro es que apenas se realiza una caracterización de los argumentos que se presentan, sustituyéndose una descripción real de su funcionamiento, por una repetición, en diferentes lugares del libro, de los mismos, que acaba por ser aburrida. Por ejemplo, el sistema de relaciones tributario, que sostuvo China con sus vecinos durante más de mil años en palabras del autor, caracterizado por la presencia de un estado, China, que siendo mucho más grande y fuerte que los demás, disfruta de un poder hegemónico incontestado, y que según la tesis del autor, podría sustituir al de relaciones entre estados, en teoría iguales, es escasamente caracterizado. Se asegura varias veces a lo largo del libro que fue menos conflictivo en Asia que las relaciones entre estados en Europa, pero no se nos dice que en realidad, la participación en ese sistema tributario, apenas confería obligaciones por parte de los pequeños países del Sudeste Asiático, que de ninguna forma supuso un freno para las guerras entre ellos y en el interior de sus sociedades, que ese sistema fue continuamente contestado por los países afectados, como prueban las guerras de Birmania, Vietnam o Nepal, justo cuando el imperio Qing alcanzaba su máxima grandeza con el emperador Qianlong, que el sistema era mucho más ritual que real, convirtiéndose con el tiempo un medio por el que los reyezuelos y gobernantes locales conseguían las deseadas riquezas chinas y veían por sus signos de poder, sus status refrendado frente a rivales locales, pues este sistema tributario se basaba en el intercambio periódico de tributos de los gobernantes periféricos al emperador, que eran recompensados con regalos imperiales, a veces de mucho más valor, y que en el sistema en la práctica, era de escasa utilidad para los países implicados, como prueba la impotencia de los poderosos Ming ante la destrucción de Malaca, tributario de ellos, por los portugueses, sólo castigada cuando los propios portugueses se adentraron en China.

En definitiva, el entusiasmo con que recibe el lector la tesis novedosa que se presenta con audacia en las primeras páginas del libro, que le anima a seguir leyendo, se va desinflando según se avanza en la lectura y se descubre que los análisis son superficiales pero repetitivos, las caracterizaciones de los procesos históricos y humanos, son tremendamente incompletas y generalmente sesgadas, la caracterización de la sociedad china parece basarse únicamente en una serie de estadísticas y las relaciones personales del autor con una serie de estudiantes en las universidades punteras de Beijing y Shanghai, extrapolándose conclusiones al resto del país sin apenas crítica. Las numerosas tendencias presentes dentro de la propia sociedad china son generalmente ignoradas, para convertir su sociedad, como es normal en las obras de autores occidentales, en una sociedad homogénea con idénticos intereses. La extrapolación de ideas y situaciones que pueden ser de alguna forma comunes a los estratos sociales más favorecidos de Beijing y Shanghai, a las capas populares de esos mismos países, e incluso al resto de China, es un error de visión que sin duda distorsiona otros aspectos de la obra.

El escaso aparato crítico que acompaña a la mayoría de las exposiciones del autor, que parecen abrumadoramente arropadas por datos, impide profundizar en las posibilidades que tienen las predicciones del autor de convertirse en ciertas o no. Por ejemplo, no mencionando la creciente desigualdad de la sociedad americana como una de las posibles causas de la decadencia de Estados Unidos, permite pasar por alto los peligros que tiene para China una desigualdad aún mayor. Aunque se menciona brevemente la imposibilidad de que todos los chinos alcancen el nivel de consumo medio del ciudadano americano, durante la mayor parte de la obra se da por hecho que sí la alcanzarán, despreciando el impacto que para el medio ambiente mundial, y especialmente el de China, tendrá ese aumento del consumo.

Cuando se habla de la acelerada urbanización experimentada por países como Corea o Taiwán en su camino al desarrollo, no se menciona que esa tendencia a la urbanización presente en China, en lugar de coincidir con unos precios bajos de la vivienda, como en España y otras partes del mundo, coincide con unos precios elevados, posiblemente producto de una burbuja inmobiliaria. Precios elevados que dificultan la integración de los inmigrantes en la ciudad, dificultada aun más por el sistema de registro que les priva de servicios sanitarios y educativos, y que impide que los campesinos se conviertan en clase media, tendiendo por el contrario a producir un lumpen, en suburbios, sin servicios y trabajos inestables. En lugar de una fuente de crecimiento, lo será de inestabilidad.

En definitiva las proposiciones más interesantes de este libro se podrían haber abordado de forma mucho más sencilla y certera en una obra de menor extensión, evitando repeticiones y caracterizando, al menos en parte, los vaivenes económicos, ambientales y sociales, que pueden ponerse en el camino de esa ascensión considerada inevitable.

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