En la mayoría de historias y obras literarias de la China imperial, la sexualidad es un aspecto de la existencia constreñido por unas estrictas regulaciones de las que cualquier desviación puede ser castigada con severas penas.
Este represivo concepto de las relaciones sexuales unido a la generalización de los matrimonios forzados por los padres y el concubinato generalizado entre la clase dirigente completan una pintura de las relaciones sexuales en las que el amor y los sentimientos románticos parecen excluidos.
Ese concepto ideal de unas relaciones amorosas perfectamente reguladas por las leyes y costumbres populares, va impregnando de forma inadvertida el concepto que cada persona que se acerca a la cultura china, se hace de ese país. Así como, por supuesto, el la que los propios chinos se hacen de cómo era su tradición.
Las primeras grietas en ese concepto idealizado (por las clases dirigentes) de una sociedad perfectamente ordenada aparecen con la lectura de la novela realista Jinpingmei, despojada de su valor caracterizándola como una novela erótica, y los Extraños Cuentos de Liao Zhai, de Pu Songling.
La reciente lectura de unos apócrifos "Cuentos mágicos chinos", en los que protagonistas eminentemente femeninas muestran un desprecio absoluto por las normas sociales tradicionales, con mujeres manifestando su amor, sin tapujos, por hombres solteros y casados, que les corresponden de la misma forma sin importarles la tradición, añade nueva información acerca de como pudo ser de verdad la sociedad de la China tradicional.
Los amores ilícitos, todo amor es en cierta forma ilícito pues se opone a las corrientes imperantes en la sociedad, han debido ser tan abundantes en China como en cualquier otro lugar.
La existencia de los matrimonios por rapto entre la mayoría de las minorías étnicas de China, utilizados precisamente por los jóvenes que no aceptaban las imposiciones paternas y les dejaban ante un hecho consumado, nos hace pensar que también existieron entre los chinos. La existencia por otra parte, de deidades como Saizhou Dashen, al que se encomendaban los amores ilícitos en la zona del sureste, nos muestran los mecanismos desarrollados por una sociedad eminentemente pragmática para integrar a la vida social a los jóvenes capaces de desafiar el estrecho corsé en que se debían enmarcar sus relaciones sexuales.
El Gran Santo de Saizhou (Saizhoudashan), también llamado el Buda de Saizhou, se considera que fue un personaje histórico en la dinastía Tang, que llegó a Xian y posteriormente a Luoyang desde la Ruta de la Seda, y que tras enseñar allí durante un tiempo se estableció en Saizhou (provincia de Jiangsu). En su mano llevaba una rama de sauce, (motivo relacionado con la reproducción entre las minorías del norte de China) con la que señaló a los lugareños la situación de un antiguo templo. Estos excavaron y efectivamente encontraron un Buda de oro.
Según las tradiciones tuvo un amor con la diosa del río Luoyang en Fujian, que se llevó su alma, siendo deificado por la población local. Esta Diosa del río Luoyang, con demasiadas semejanzas con la Diosa del río Luo venerada en el centro de China desde tiempo inmemorial, es considerada posteriormente una encarnación de Guanyin, la Diosa Budista de la misericordia, lo que permite entender los atributos budistas posteriormente asignados al Gran Santo de Saizhou.
Cuenta la leyenda que estando embarazada la madre de un emperador cruzó el mencionado río Luoyang. Sus aguas turbulentas le provocaron tal susto que prometió su hijo construiría un puente. Ese puente fue arrastrado por las aguas tumultuosas, apareciendo posteriormente un anciano de pelo blanco llevando una barca, sobre la que estaba sentada una bella dama. Paró la barca en mitad del río y dijo a la gente congregada en las dos orillas que, aquel que con monedas pudiera dar a esta muchacha, podrá casarse con ella. La gente empezó a tirar monedas y pasados unos meses había tantas monedas que sirvieron de pilar al puente. Al final un joven de Saizhou tiró una moneda a su pelo y consiguió su objetivo. El viejo le llamo para discutir el matrimonio y ya no se pudo mover, pues su alma subió al cielo quedándose su cuerpo en el pabellón.
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