El origen de la agricultura entre los Jino: mérito de perros y mujeres

20130118

Los Jino tienen un curioso mito acerca del origen de la agricultura en el que se enfatiza la contribución que tuvieron los perros y las mujeres en el desarrollo de la misma. El perro es portador inocente, como en los mitos de otros pueblos, de esos primeros granos con los que se inicia la agricultura. La mujer experimenta con esos primeros ranos hasta convertirlos en el sustento de la humanidad.

“Hace mucho, mucho tiempo los Jino aún no sabían cómo plantar el arroz, viviendo únicamente de la caza y de la recolección de frutos silvestres. Había veces que si no conseguían cazar animales o recolectar verduras y frutos salvajes suficientes para comer, la gente tenía que soportar el hambre.

Un día un joven llamado Yaoche salió a cazar con su amado perro a la montaña. En cuanto se alejaron de la aldea el perro empezó a correr de un lado para otro por la montaña. El joven Yaoche no tuvo más remedio que seguirle corriendo. De esta forma el perro y Yaoche cruzaron nueve montañas y nueve quebradas, pero no encontraron nada de caza. Cuando la noche se acercaba, Yaoche, agotado, pensó que lo mejor sería regresar a casa con su perro.

La madre de Yaoche al ver que tanto su hijo como el perro regresaban con el cuerpo cubierto de polvo, empezó a darles palmaditas para limpiarlos. Cuando estaba sacudiendo el polvo del perro descubrió que sobre su cuerpo se habían quedado pegados tres granos de arroz. En aquel momento ella no sabía qué era eso, así que lo tomó en su mano y estuvo mirándolo medio día, y luego lo tiró a un terreno vacío que había detrás de la casa.

Pasado un tiempo salieron allí tres brotes muy verdes. Tres meses más tarde esos débiles brotes se convirtieron en más de diez espigas de trigo que llegaban a la cintura. Cuando las espigas maduraron  amarillas la madre tomó unos cuantos granos, que retorció entre sus dedos convirtiéndoles en unos blancos granos de arroz. Acto seguido se los puso en la boca y los masticó, le resultaron fragantes y sabrosos. Enseguida comunicó a sus vecinos el descubrimiento.

Mucha gente fue a su casa a pedirle las semillas de arroz, que luego plantaron en la tierra siguiendo sus instrucciones. Cuando ya hubo muchas semillas de arroz, la gente, además de dejar una pequeña parte para sembrar al año siguiente, utilizó la mayor parte como alimento. De esta forma la gente empezó a no temer no conseguir cazar ningún animal.

Traducido de Jino zu wenhua daguan. Kunming. 1999.


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